Mauricio Macri apareció en escena con un doble mensaje político: respaldó el gobierno de Javier Milei y, al mismo tiempo, advirtió de que el PRO no piensa resignarse a un rol secundario en el mapa de poder. En la antesala de una nueva reunión con el Presidente, y apenas días después del triunfo oficialista en las elecciones legislativas, el expresidente aseguró desde Chile que su partido “está más vivo que nunca” y que presentará un candidato propio para competir en las presidenciales de 2027.
El movimiento no es inocente. Macri busca mostrarse alineado con la agenda económica libertaria mientras intenta recuperar el protagonismo de un espacio que, durante los últimos dos años, fue absorbido por La Libertad Avanza en las urnas y en la construcción territorial. “La prioridad hoy es apoyar las ideas de Milei”, dijo ante empresarios y dirigentes regionales. Pero enseguida marcó distancia: el PRO tendrá su propio proyecto y se prepara para reconstruir liderazgo, identidad y músculo político.
En esa estrategia, Macri volvió a poner el foco donde más le duele al gobierno libertario: la gestión. Más allá del aval político y parlamentario que promete para acelerar reformas como la laboral y la tributaria, dos banderas clave de Milei, advirtió que la administración nacional “necesita más músculo en la gestión y el diálogo”. La frase refleja el tono que el expresidente viene cultivando desde hace meses: apoyo público, corrección privada y presión constante para incidir en las decisiones de gobierno.
Macri también blanqueó que la construcción presidencial del PRO aún carece de un nombre con volumen electoral. Lo asumió sin rodeos, al tiempo que defendió su decisión de haber acompañado a Milei tras la derrota de Juntos por el Cambio en 2023, pese a las tensiones internas y a los “destratos” de la mesa libertaria. Su lectura: el voto por las ideas liberales primó sobre los estilos y los gestos, y la sociedad sigue esperando orden, estabilidad y reformas profundas. La pregunta que deja flotando es si esa demanda derivará otra vez en Milei o si puede reconstruirse un liderazgo propio que dispute ese terreno.
La reconstrucción no será sencilla. El PRO llega a esta instancia con una identidad difuminada, cuadros que migraron a La Libertad Avanza aceptando reglas ajenas y otros que se alejaron del esquema por rechazo a la alianza amarilla–violeta. El desafío de Macri es doble: evitar la fuga definitiva hacia el universo libertario y, a la vez, impedir que el partido quede reducido a una fuerza testimonial acompañando reformas del Ejecutivo sin capacidad real de condicionar rumbos.

Aun así, el exmandatario se muestra convencido de que el reordenamiento opositor y el rediseño del gabinete que impulsa Milei, con varios funcionarios que dejarán sus cargos para asumir bancas legislativas, abren una nueva ventana para recuperar influencia. Su apuesta es clara: sostener gobernabilidad a cambio de incidencia y proyectar un nuevo liderazgo competitivo antes de que el calendario lo empiece a empujar hacia la irrelevancia. Como dijo en Chile, él seguirá diciendo lo que piensa. La incógnita es si ese rol de socio exigente le permitirá al PRO volver a ser fuerza de poder o si, por el contrario, consolidará su lugar como actor secundario en el experimento libertario.
Vidal también marca posición, pero desde los márgenes
En sintonía con el discurso de Mauricio Macri, pero desde un rol mucho más apagado, María Eugenia Vidal reapareció para plantear que el PRO debe convertirse en una “alternativa fuerte e independiente” rumbo a 2027. La exgobernadora bonaerense, que termina su mandato como diputada nacional y cuya figura quedó desdibujada durante el avance libertario, sostuvo que la fortaleza institucional del país depende del tipo de oposición que exista y que “La Libertad Avanza necesita una alternativa seria, racional y profesional”.
Vidal recordó que el PRO fue “garante del cambio” desde el inicio del gobierno de Javier Milei y acompañó las reformas que consideró positivas, aunque en los hechos su propia performance legislativa quedó marcada por la ausencia de liderazgo y un alto nivel de abstenciones en votaciones clave. Aun así, advirtió que mientras el kirchnerismo siga siendo la segunda fuerza, no habrá estabilidad plena ni condiciones para atraer inversiones, y señaló que el desafío del espacio es ofrecer una opción competitiva que dé continuidad a un rumbo de reformas más allá del actual oficialismo.
Con un tono más institucional que combativo, Vidal anticipó que el PRO deberá debatir su identidad y su futuro inmediato, y expresó su deseo de que Milei “se abra al diálogo” y convoque a los mejores cuadros “sin importar de qué partido sean”. Pero su mensaje llega cuando su peso político es mínimo y su ciclo parlamentario está a punto de cerrarse. En la disputa interna entre acompañar al gobierno libertario o reconstruir un proyecto propio, la dirigente eligió la prudencia y terminó diluyendo su voz: un cierre que anticipa que su paso final por el Congreso será rápidamente olvidado en la nueva pelea por el liderazgo opositor.



 
                                    