Cada 26 de noviembre, nuestro país hace una pausa para levantarle el sombrero al humor, ese recurso que salva cuando las cosas vienen pesadas y que, a la vez, permite mirarnos al espejo sin tanto dramatismo.
La fecha quedó fijada por ley en homenaje al nacimiento de Roberto “Negro” Fontanarrosa, maestro absoluto del relato y del humor gráfico, nacido un día como hoy de 1944. Además de un guiño a su figura, es un reconocimiento a todos los que encontraron en la risa un modo de pensar el país y, de paso, aliviarlo un poco.
El Día Nacional del Humorista recuerda justamente eso: que el humor puede ser pícaro, crítico, ácido o tierno, pero siempre es una forma de acompañar a la gente.
Fontanarrosa dejó claro que la risa también es una herramienta de lectura social, un modo de entender quiénes somos.
Pero, así como él desde su Rosario natal en la provincia de Santa Fé es el faro nacional, la pregunta inevitable para la provincia de Buenos Aires es otra: ¿quién encarna el humor bonaerense más puro, más de raíz, más nacido del propio paisaje provincial?
La respuesta no admite demasiadas vueltas: el más bonaerense de todos fue el inolvidable Gato Peters.
El Gato Peters, el humor nacido del campo y moldeado por la provincia
Ricardo Daniel “Gato” Peters nació en Carhué, corazón rural del sudoeste bonaerense, hijo de una familia de chacareros. Años después se instaló en Las Flores, donde vivió por décadas sin alejarse jamás de la vida del interior, ese ritmo manso y lleno de personajes entrañables que después volcaría en sus monólogos.
Peters tuvo siempre una vida de varias pistas: humorista, veterinario, productor, educador, dirigente rural, gestor cultural.
Estudió en La Plata mientras trabajaba de mozo y vendía café en el Hipódromo para bancarse la carrera de veterinaria. Y entre peña y peña universitaria empezó a probar material humorístico.
De ahí saltó a la tele: Badía, Sofovich, La Noche del Domingo. Lo conoció el país. Pero la tele nunca lo definió: él eligió seguir siendo un artista de ruta, de teatros municipales, de sociedades de fomento, de festivales donde el público y el escenario quedan a un par de metros.
A fuerza de laburo hormiga construyó una trayectoria enorme: 29 discos, tres libros, cortos basados en sus monólogos, giras interminables por todo el país, especialmente por el interior.
Su estilo es único: mezcla de verso campero, prosa de sobremesa, chispa criolla y un ojo agudo para contar costumbres y miserias sin herir, pero dejando pensando a más de uno.
Peters no solo hablaba de la vida rural: la vivía. Fue veterinario durante años, compró y vendió hacienda como forma de ahorro, dirigió la Escuela Agraria de Las Flores, llegó a ser director provincial del sistema de escuelas agrarias, armó un hogar comunitario de ancianos, fundó un festival folklórico e impulsó decenas de proyectos culturales.
Su casa en el campo, ese quincho bautizado “Los Lunes”, funcionó siempre como punto de encuentro: folkloristas, docentes, vecinos, productores, jóvenes artistas. Todos encontraban mate, parrilla y conversación.
Pero lo que lo hace insustituible para la provincia de Buenos Aires es su mirada. Peters siempre defendió la vida del pueblo chico, la dignidad del trabajo rural, la identidad del interior.
Era —y es— un humorista que no necesitó escándalos ni luces televisivas: construyó su carrera a puro escenario y boca a boca, con un mensaje que sale de la tierra, del paisaje y de esa mezcla entre ironía y ternura que solo da el campo.
El humorista más bonaerense
Si el Día del Humorista está pensado para homenajear a quienes transforman la realidad en relato, entonces vale remarcar que, dentro de la provincia de Buenos Aires, ningún humorista representó su esencia con tanta claridad como el Gato Peters.
No hay otro que haya retratado con tanto detalle el universo rural bonaerense, sus códigos, sus dichos, sus personajes y sus desafíos.
Por eso, hoy que el país recuerda al incomparable e insustituible Fontanarrosa, el corazón bonaerense recuerda también al suyo: el hombre que hizo del campo un escenario, que convirtió las costumbres en historias, y que defendió como pocos la identidad de una provincia inmensa y diversa, desde Carhué hasta Las Flores.

