Hace siete años, Alejandro Fantino ya nos había enseñado que la política y la cercanía mediática con el periodismo podían mezclarse como lo dulce y lo salado, aunque el resultado fuera un poco… extraño, más que agridulce.
En 2018, cuando estalló el escándalo de los aportantes truchos que salpicaba a María Eugenia Vidal, Fantino no dudó en asegurar que la gobernadora era una “piba honesta”, mientras reconocía que la campaña del entonces Cambiemos estaba, como diría él, “llena de irregularidades y truchadas”.
Sensaciones frente a hechos comprobables. Así de simple. Fantino, decidió ponerle un sello de confianza absoluta a Vidal, mientras el resto del mundo miraba cómo se tejían las pruebas judiciales. Esa fue la primera demostración de que su brújula política no se guía por ideología ni por evidencia, sino por algo más cercano a la simpatía –o al interés– hacia el político de turno.
La versión 2025: confianza ciega en Milei
Avanzamos al presente. En el ciclo Cónclave, junto a Jorge Rial y Viviana Canosa, Fantino, anoche lunes, volvió a sorprender con su renovada fe: esta vez en Javier Milei.
Con la misma pasión que mostró hace siete años con Vidal, declaró que confiaba “ciegamente” en Milei y, por extensión, en su hermana Karina, involucrada en los audios de Diego Spagnuolo, ex titular del Andis, echado por el presidente.
“Yo tengo confianza ciega con Javier. Javier no te va a tocar un mango. Chicos”, aseguró Fantino, en un tour de declaraciones que oscilaba entre la devoción y la literalidad de la fantasía bélica: “Si llego a ver un uno que chorea… le meto 73 balas (no literales) por neura, lo quemo”.
Irónico, violento y, sobre todo, sorprendentemente consistente con su historial: Fantino defiende a los funcionarios de “su espectro político” con fervor, mientras nunca aplicó la misma vara a funcionarios peronistas o kirchneristas.
El paralelismo es evidente: primero fue Vidal y ahora Milei. La confianza ciega, la certeza sin pruebas, la defensa mediática a rajatabla. Lo que cambian son los años, los nombres y los escándalos que Fantino decide ignorar en función de su simpatía “particular”.
Fantino y el método “¿ideología o interés?”
Si uno mira con atención, el patrón es claro. Fantino parece aplicar una fórmula que combina cercanía personal, afinidad ideológica y, por qué no, un toque de oportunidad mediática… Y quizás algo más.
Es decir, no es que sus defensas sean producto de un análisis crítico; más bien son actos de fe mediática: “Si yo confío en él, entonces la audiencia también debería hacerlo”.
Es irónico, porque el espectador queda entre la risa y la incredulidad: Fantino aconseja confianza ciega, mientras el periodismo serio recomienda prudencia frente a los escándalos. Y, sin embargo, allí está él, repitiendo la misma jugada que con Vidal, ahora con Milei y su entorno familiar bajo la lupa.
No hay que olvidar que lo de este lunes no es un caso aislado: la estrategia de Fantino se repite. Primero fue Vidal, ahora Milei; siempre confiando ciegamente en quienes comparte “afinidades”, mientras otros funcionarios de distinto color ideológico jamás recibirían el mismo beneficio de la duda.
La ironía es que su “confianza ciega” termina convirtiéndose en un espectáculo mediático: Fantino busca lograr que la audiencia observe con calma y hasta simpatía lo que, en otros contextos, sería motivo de ruin cuestionamiento .