¿Es posible imaginar un mapa de la Argentina sin la Provincia de Buenos Aires tal como la conocemos? La pregunta suena provocadora, pero esconde un dilema histórico: el distrito más grande y poblado del país concentra más del 35% del electorado nacional, un PBI que duplica al de varias provincias juntas y un territorio tan heterogéneo que va desde el Conurbano hasta las sierras, el litoral del Paraná y el sudoeste semiárido. Gobernarla como una sola unidad es una tarea monumental, y por eso el debate sobre una eventual división bonaerense reaparece cada tanto.
Se trata de un tema que ha desvelado a politólogos, analistas y que incluso se planteó más de una vez en la Legislatura. Dividir la provincia de Buenos Aires puede ser una solución a su gobernabilidad, el problema es cómo hacerlo.
Una simulación realizada con inteligencia artificial ensayó una respuesta: dividir la actual Provincia en ocho provincias nuevas, diseñadas con criterios económicos, geográficos y sociales que apuntan a garantizar equilibrio y sustentabilidad. La idea es hipotética, pero ofrece un mapa atractivo sobre cómo se podrían organizar de manera más eficiente los recursos y la representación política.
El diagnóstico: una provincia difícil de gobernar
La magnitud bonaerense es un problema en sí mismo. Con más de 17 millones de habitantes, es la jurisdicción con más peso político en el país, pero también la que más desigualdades internas concentra. El Conurbano reúne a casi 11 millones de personas en una densidad altísima, mientras que distritos como Villarino o Patagones tienen extensiones inmensas y poblaciones mínimas.
Las actividades productivas son igualmente variadas: industria automotriz en Zárate, agricultura intensiva en Pergamino, turismo en Mar del Plata, pesca en Quequén, energía eólica en Bahía Blanca, minería en Olavarría, vitivinicultura emergente en el sur. El resultado es una “mega provincia” donde conviven realidades que pocas veces dialogan entre sí.
La inteligencia artificial tomó esa heterogeneidad como punto de partida: para que el territorio sea gobernable, cada provincia nueva debe tener al menos dos motores productivos, población suficiente para sostener un Estado propio y una identidad territorial clara.
La propuesta: ocho provincias nuevas
El plan divide la actual Provincia en ocho jurisdicciones, cada una con una capital administrativa, una base económica diversificada y una población que va de los 600 mil a los 8 millones de habitantes.
1) Metropolitana Norte
Incluye Vicente López, Tigre, San Isidro, San Martín, Pilar, Escobar, Zárate y Campana, entre otros municipios. Tendría a Tigre como capital y un perfil económico basado en servicios avanzados, industria automotriz y logística portuaria. Con una población estimada de 5 a 6 millones, sería una de las provincias más densas del país.
2) Metropolitana Sur-Oeste
Reuniría a La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes, Morón, Merlo, Varela, Ezeiza y Avellaneda. Su capital política sería Lomas de Zamora y su motor económico estaría en la industria y la logística aérea gracias al aeropuerto internacional. Llegaría a los 7 u 8 millones de habitantes.
3) La Plata–Costa del Río
Más compacta, formada por La Plata, Berisso, Ensenada, Brandsen y Magdalena. Con La Plata como capital, se sostendría en la administración pública, el sistema universitario, el puerto y el polo petroquímico. Población estimada: un millón de personas.
4) Norte Pampeano–Paraná
Agrupa a San Nicolás, Pergamino, Junín, Ramallo, San Pedro y alrededores. Se apoyaría en el agro de alta productividad y la agroindustria, además de la siderurgia en San Nicolás. Capital dual: Junín o Pergamino. Población: 1,2 a 1,5 millones.
5) Centro–Sierras de Tandilia
Integrada por Tandil, Olavarría, Azul, Rauch y Bolívar. Tandil sería la capital política y Olavarría la productiva. La base económica estaría en la industria minera, el software y la ganadería. Población cercana al millón.
6) Costa Atlántica–Quequén
Con Mar del Plata como capital, abarcaría todo el corredor costero hasta Necochea. Economía apoyada en el turismo, la pesca, los puertos y la agricultura del hinterland. Tendría entre 1,6 y 2 millones de habitantes.
7) Sudoeste–Bahía Blanca
Reuniría a Bahía Blanca, Coronel Rosales, Villarino, Patagones y las sierras de Tornquist. Con Bahía Blanca como capital, sería un polo portuario, energético y logístico. Población estimada: 800 mil a 1 millón.
8) Oeste–Humedales del Salado Alto
Tendría como capital a Trenque Lauquen y abarcaría Villegas, Pehuajó, Carlos Casares y otros municipios agropecuarios. Economía centrada en agricultura, ganadería y biocombustibles. Población: 600 a 800 mil habitantes.
Un mapa más equilibrado
La lógica de la división es que cada provincia tenga escala para sostener un Estado propio, pero sin ser inmanejable. El Conurbano se parte en tres, evitando una concentración desmedida y reconociendo que las problemáticas del norte, el sur-oeste y la región platense no son idénticas. El interior se divide en polos productivos: litoral agroindustrial, centro serrano, costa turística, sudoeste portuario y oeste agrícola-ganadero.
La propuesta también contempla la creación de una Autoridad Interprovincial del Área Metropolitana, que se ocuparía de transporte, residuos y cuencas hídricas, para que los nuevos límites no interrumpan la gestión de problemas compartidos.
Un desafío obvio es cómo financiar las nuevas provincias. El plan propone que cada jurisdicción alcance en cinco años un nivel de ingresos propios del 45 al 60% del gasto corriente, modernizando impuestos inmobiliarios y a la producción. Para evitar desbalances, habría un Fondo de Convergencia financiado con el 0,6% del PBI nacional durante ocho años, destinado a infraestructura clave: agua y saneamiento en el sur del Conurbano, rutas seguras en la costa y el sudoeste, y canalización del río Salado en el oeste.
La deuda pública también se repartiría con una fórmula mixta que combina población, PBG y stock de obra pública existente.
Riesgos y críticas
La división de la Provincia no es un debate nuevo y siempre encontró objeciones. Una de ellas es el temor a la “guerra fiscal” entre provincias vecinas, compitiendo con impuestos bajos para atraer inversiones. El plan lo prevé con un Pacto de Estabilidad Tributaria. Otra crítica es la posible pérdida de peso político: hoy Buenos Aires concentra la bancada más grande en Diputados y un bloque fuerte en el Senado, algo que se diluiría si se crean ocho provincias más pequeñas.
Por último, está la cuestión simbólica: ¿qué pasaría con la identidad bonaerense, forjada en dos siglos de historia? La respuesta de la inteligencia artificial es pragmática: más que identidad, lo que hoy existe es una megaestructura difícil de administrar, y la división permitiría mejorar la calidad de vida y la representatividad política.
La propuesta de dividir la Provincia de Buenos Aires es por ahora un ejercicio teórico, pero plantea con claridad el nudo del problema: un distrito demasiado grande y diverso para encajar en un federalismo equilibrado. La simulación con inteligencia artificial sugiere que el camino más “conveniente” sería generar ocho provincias sustentables, con capitales claras, motores económicos propios y escalas de población razonables.
Hay que señalar que incluso para la Inteligencia Artificial la división de la Provincia de Buenos Aires puede sonar como una respuesta radical a un problema estructural: un distrito demasiado grande, desigual y difícil de manejar dentro del federalismo argentino. La idea es atractiva en términos teóricos porque equilibraría población, recursos y representación política. Sin embargo, llevarla a la práctica implicaría un rediseño institucional enorme —nuevas provincias, reparto de deudas, plebiscitos, bancas en el Congreso— que hoy parece políticamente inviable.
Más realista que partir el territorio es reformar la gobernanza dentro de la provincia actual. Eso implica crear autoridades metropolitanas para transporte y saneamiento, coordinar políticas regionales entre conurbano e interior y discutir un esquema de financiamiento más justo en la coparticipación. En otras palabras, la Provincia es gobernable en las condiciones actuales, pero requiere decisiones de fondo que ningún gobierno se animó a encarar hasta ahora.