En un predio de 3 hectáreas ubicado en el partido de Moreno, en la Zona Oeste del Gran Buenos Aires, funciona APRANI, la Asociación que rescata animales del abandono y les brinda los cuidados necesarios para que puedan recuperarse. Actualmente conviven allí más de 200 perros, gatos, caballos, chanchas, y hasta palomas. A aquellos que transitan su vejez, les realizan tratamientos de fisiatría y acupuntura.
“Nos dedicamos a rescatar y curar animales porque, en general, vienen en mal estado y, a los que se pueden dar en adopción, tratamos de encontrarles un hogar”, señala la fundadora y directora de APRANI, Alicia Barreto, y comenta: “Además promovemos las castraciones para que disminuya el abandono de los animales en la calle y fomentamos la enseñanza a la gente sobre distintos puntos que tienen que ver con la tenencia responsable”.
Alicia Barreto sabía desde muy chica que iba a dedicar su vida a los animales. Cuando tenía 12 años, vivía en Martínez con su padre, su madre, sus tres hermanos y varios perros, que eran parte importante de la familia. Uno de ellos, Malí, se enfermó y, si bien los veterinarios intentaron ayudarlo, nunca pudieron determinar cuál era la afección que padecía. Malí pasó los últimos momentos de su vida junto a Alicia y, cuando murió en sus brazos, ella se prometió a sí misma que haría todo lo que estuviera a su alcance para salvar animales.
Con la idea en mente de crear un refugio para animales, durante su adolescencia, empezó a llevar a su casa perros que encontraba abandonados en la calle. “Mis papás un poco aceptaban porque a ellos también le gustaban los animales, pero me emplazaban para que los diera en adopción”, recuerda la veterinaria de Moreno, que se escapó del colegio secundario solo dos veces: “Una fue cuando conseguí la dirección de la casa de Juanita Martínez, una proteccionista muy famosa de esa época. Fui a tocarle timbre diciéndole que la quería ayudar, pero me sacó corriendo”.
La otra vez que se “rateó” del colegio fue para ir a conocer la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, donde estudiaría tiempo más tarde. “La Facultad me costó muchísimo, pero no solamente por la dificultad de un estudio universitario, sino porque, además, la carrera era muy violenta con los animales. Yo pensé que era un lugar lleno de amor por los animales y, en realidad, no es así”, asegura la fundadora de APRANI y explica: “Sufrí mucho porque, en la Facultad de Veterinaria, si te dedicás a la parte de producción de animales grandes, lo que hacen es enseñarte a explotarlos para obtener la mayor cantidad de dinero; y si te dedicás a animales pequeños, te enseñan a ser un médico veterinario para que te pongas una veterinaria y que cobres por tus servicios”.
Pero Alicia no había estudiado la carrera con la intención de tener un crecimiento económico, sino para cumplir con el propósito que se había planteado durante su infancia. “Quería tener mi propio refugio, pero necesitaba mucho dinero para mantenerlo y, cuando me recibí, no tenía ni siquiera un trabajo fijo”, comenta la veterinaria solidaria que, luego de un tiempo, empezó a trabajar en un laboratorio; se casó y se mudó de Zona Norte a Moreno, donde empezó a alojar alrededor de 30 perros, que mantenía con parte de su propio salario.
En 2006 fundó la Asociación Protectora de Animales (APRANI) y todo marchaba según sus planes hasta que, dos años más tarde, recibió un baldazo de agua fría al enterarse la noticia de que había sido despedida del laboratorio donde trabajaba.
Alicia tenía que tomar una determinación: asegurar su situación económica buscando un empleo estable que le garantizara ingresos fijos todos los meses o jugar todas sus cartas al proyecto que la movilizaba desde niña.
“Con la plata de la indemnización compré lo que es ahora el refugio, que son las 2 hectáreas y media, más la media hectárea donde tengo mi casa, que están dedicadas a 230 animales actualmente ”, indica Barreto, entre los que menciona, 110 perros, 50 gatos, 3 caballos, 3 chanchas, 2 conejos, 20 gallinas, 5 palomas y tortugas.
Según cuenta la directora de APRANI, muchos de los animales son abandonados en las puertas del refugio, mientras que otros llegaron a partir de los cientos de mails que reciben diariamente por parte de personas que les hacen llegar casos de animales que requieren ayuda. “Hay algunos que yo misma los rescaté porque los he visto en la calle y realmente no pude mirar para otro lado, entonces me los llevé”, dice la directora del refugio.
Entre los cientos de historias de rescates que le tocó protagonizar a la veterinaria, la primera que recuerda es la de Bianca, una perrita que APRANI salvó el año pasado tras la alerta de un grupo de vecinos de una vivienda donde la tenían en condiciones deplorables: “Bianca estaba atada día y noche, tanto en invierno como en verano, en una especie de palo metálico con una cadena puesta en el cuello. El collar se le había clavado en el cuello, tenía una bichera y tenía todo pelado el cuerpo por una sarna. Los dueños no querían dárnoslo porque eran personas con adicciones, pero logré que un vecino los convenciera de que se la íbamos a curar”.
A pesar del estado crítico en el que llegó el animal al refugio de Moreno, el equipo de APRANI logró, luego de un largo proceso, que Bianca se recuperara y fue adoptada por una señora de Morón que “la tiene como una reina”, según afirma Alicia, “estamos muy contentos porque le cambiamos la vida a Bianca y también a la señora”.
Además de ocuparse de los cuidados habituales y más comunes que requieren los animales, a los perros más viejitos les brindan una atención especial para que vivan más y en mejores condiciones: “Les hacemos técnicas de fisiatría y técnicas de acupuntura para mejorar su calidad de vida porque, tanto la fisiatría, que consiste en masajes, ultrasonido, magneto y láser; la acupuntura, colocada de cierta manera, lo que hace es desinflamar, sacar dolores y como regenerador celular”.
Además los animales cuentan con piletas de lona en verano en donde muchos de ellos se zambullen para refrescarse del calor y, en el invierno, con calefacción para no sufrir el frío.
Situación crítica del refugio
Actualmente el refugio, se encuentra al tope de su capacidad y su directora se encarga de remarcar que no pueden recibir más animales: “Ya estamos en una situación bastante crítica porque, a partir de todo lo que se está viviendo con la pandemia, las donaciones han bajado y los animales necesitan comer todos los días, necesitan atención, remedios, se necesita plata también para arreglar sus cuchas, para que puedan estar calentitos en invierno”.
Aunque el tipo de atención que requieren no es el mismo para todos, desde APRANI puntualizan que cada animal requiere un gasto promedio de 2500 pesos, que es sostenido en parte por donaciones de quienes empatizan con la causa y, muchas veces, con el aporte de su propio bolsillo y de su familia.
Para realizar tu aporte con la Asociación Protectora de Animales, podés visitar su página web , su perfil de Facebook , su cuenta de Twitter o su Instagram, donde se encuentran detallados los medios de pago para realizar donaciones.