El 30 de noviembre se conmemora oficialmente el Día Nacional del Mate en Argentina. La fecha fue establecida por la Ley 27.117 en 2014, en recuerdo del nacimiento de Andrés Guacurarí (también conocido como Comandante Andresito) en 1778. Este líder guaraní y caudillo federal de las Provincias Unidas del Río de la Plata impulsó la producción y distribución de la yerba mate, protegiendo el mercado interior y fomentando su consumo en toda la región.

Según la Ley 26.871, sancionada en 2013, el mate es infusión nacional, y se promueve su difusión en eventos culturales, sociales y deportivos de carácter oficial.
El verdadero origen precolombino del mate
Aunque hoy la discusión suele centrarse entre Argentina y Uruguay, la historia del mate se remonta mucho antes de que existieran estos países.

Los guaraníes, extendidos por la región del Amazonas y el Río de la Plata, fueron los primeros en utilizar las hojas del árbol Ilex paraguariensis como bebida ritual, objeto de culto y hasta moneda de cambio. La calabaza y la caña de bambú (tacuapi) servían como primer recipiente y filtro, antecesores de los mates y bombillas actuales.
Otros pueblos, como los tupíes de Brasil o los charrúas de Uruguay, también conocían la yerba y aprovechaban sus propiedades energizantes y medicinales. Incluso los conquistadores españoles notaron la resistencia física de quienes la consumían durante largas travesías por la selva.
Con la llegada de los jesuitas, se introdujo el cultivo en Paraguay y Misiones, y la infusión se popularizó como el “té de los jesuitas”, expandiéndose por todo el Río de la Plata.
Producción, consumo y un ritual que hermana
Hoy, la yerba mate se cultiva principalmente en Misiones y nordeste de Corrientes, y Argentina es el principal productor y exportador mundial. En 2019, la producción de yerba mate molida y envasada superó los 277 millones de kg.
El mate está presente en más del 90% de los hogares argentinos, con un consumo promedio de 6,4 kg por habitante al año, según el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM). Más allá del sabor, es un aliado de la salud: antioxidante, energizante y capaz de ayudar a reducir colesterol y triglicéridos.
Además, la bebida se integra al turismo y la cultura rural a través de la Ruta del Mate, que conecta productores, cosechas y experiencias gastronómicas en Misiones y Corrientes.

Mate y rivalidad rioplatense: ¿argento o yorugua?
No hace falta navegar mucho en redes sociales para encontrar la eterna disputa: ¿es argentino o uruguayo?
La verdad es que ambos países adoptaron la infusión con pasión, incorporándola a sus hábitos diarios y a la identidad cultural. Pero si vamos a los orígenes, el mate es mucho más antiguo que cualquier frontera moderna.
Como señala National Geographic Latinoamérica (2023), su historia es guaraní, y la UNESCO confirma que la yerba mate fue clave en la alimentación y rituales de estos pueblos, extendidos por el Paraná, Paraguay y Uruguay.
Hoy, tanto en Montevideo como en Buenos Aires, el mate sigue siendo protagonista de encuentros, charlas y cafés improvisados, recordándonos que más allá de las rivalidades, la tradición nos une.


Del ritual ancestral a los actos oficiales
En la provincia de Buenos Aires, el gobernador Axel Kicillof es un cebador empedernido: suele llevar su mate a entrevistas, actos y conferencias, incluso a altas horas de la noche, lo que ha generado tanto simpatías como críticas, especialmente desde sectores liberales.

Al otro lado del Río de la Plata, el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica también fue un ícono del mate: inseparable de su termo y calabaza, incluso en actos oficiales. El mate, más allá de banderas.

Un sorbo que atraviesa la historia
El Día Nacional del Mate es una excusa perfecta para reconocer su valor cultural, ancestral y social. Antes de pensar en etiquetas nacionales, vale recordar que esta infusión fue un regalo de los guaraníes para toda la región del Cono Sur, y que cada mate compartido sigue siendo un acto de comunidad, historia y amistad.

Porque más allá de fronteras y debates, el mate nos pertenece a todos los que lo tomamos, y cada sorbo es un pedazo de historia viva.

