En el corazón de las islas del Delta del Paraná, frente a San Nicolás, Ramallo, San Pedro y Villa Constitución, la paciencia de los productores ganaderos llegó al límite. Cansados de sufrir robos constantes y faenas clandestinas, se organizaron bajo el grupo “Delta del Paraná” para exigir acción inmediata a las fuerzas policiales y al sistema judicial.
Según detalló Fernando Coronel, uno de los productores autoconvocados, las pérdidas son dramáticas y crecientes: “Solo en el último mes, a cada productor le robaron alrededor de 20 animales. Esto no es por necesidad; detrás hay una cadena delictiva bien aceitada”, advirtió.
Una zona vulnerable y aislada
Coronel cría su hacienda en la zona de Las Lechiguanas, un conjunto de islas entrerrianas con una extensión de más de 150 kilómetros. Para ese inmenso territorio —rodeado de canales y arroyos— solo hay una comisaría con escaso personal y nulos recursos.
“No había lanchas, ni motores, ni herramientas para patrullar. Los delincuentes lo saben y aprovechan ese abandono. Así, las islas se convirtieron en una verdadera tierra de nadie”, describió el productor en diálogo con medios locales.
La crítica situación se agravó en los últimos cuatro años, cuando el abigeato dejó de ser algo eventual para transformarse en un modus operandi sistemático: entrar, faenar en el lugar y escapar en embarcaciones rápidas, sin dejar rastros.
Una cadena criminal que empieza en el campo y termina en el mostrador
Los ganaderos señalan que las bandas cuentan con mano de obra especializada. Las técnicas de deposte son impecables: solo quedan en el suelo las manos, la cabeza y, si el animal es muy grande, parte del espinazo.
“Eso no lo hace alguien que tiene hambre. Acá hay dinero, logística y compradores asegurados. Es evidente que hay carniceros y comercios detrás del negocio”, remarcó Coronel.
Tiros en el río: el avance policial que destapó la violencia
Ante la presión de los productores, en octubre la Policía Rural de Entre Ríos sumó una nueva lancha para patrullar la zona. Pero apenas empezaron los recorridos, la situación expuso su nivel de gravedad.
El 16 de octubre, durante una persecución, la embarcación policial fue atacada a balazos por al menos dos botes que transportaban a los cuatreros.
“El bote terminó con doce agujeros. Por suerte nadie salió herido, pero muestra el riesgo al que estamos expuestos”, relató Coronel, aún con indignación.
Reclamo urgente
Mientras las denuncias se multiplican, los productores piden más controles y presencia permanente en una región donde el delito avanza sin freno y donde —según aseguran— los delincuentes se mueven de día y de noche sin temor.
“Queremos seguir trabajando. Pero si el Estado no aparece, va a ser imposible sostener la producción en las islas”, concluyó Coronel.

