El “riesgo K” se convirtió en un latiguillo del Gobierno para justificar la volatilidad financiera, el derrumbe productivo y la falta de inversiones. Cada vez que una variable económica se complica, la explicación oficial apunta a ese supuesto fantasma: la amenaza de un retorno kirchnerista.
José Ignacio de Mendiguren, ex secretario de Industria y actual referente del Frente Renovador, desmontó ese argumento con datos concretos y un repaso histórico que golpea de lleno en la línea de flotación del discurso presidencial.
“Dato mata relato”, lanzó en diálogo con Palabras más, palabras menos por LA CIELO 103.5, y enseguida repasó nombres, cifras y hechos. Recordó que quienes hoy invocan el “riesgo K” fueron protagonistas centrales del colapso de 2001 y del endeudamiento récord durante el gobierno de Mauricio Macri. Patricia Bullrich, Esteban Bullrich, Federico Sturzenegger y Domingo Cavallo, enumeró, integraban equipos que dejaron al país “desfallecido en pesos y dólares, sin pandemia, sin guerra y sin sequía”.
Según De Mendiguren, en esos cuatro años la economía cayó, la inflación se duplicó, se improvisaron medidas contradictorias —como eliminar y luego reinstalar retenciones o liberalizar tarifas para después congelarlas— y se llevó la deuda a niveles insostenibles. “No hicieron una bien”, sintetizó, cuestionando que ese historial se presente ahora como modelo a seguir.
Datos que contradicen el relato
El ex funcionario aseguró que la gestión anterior a la actual dejó indicadores productivos muy distintos a los que hoy describe el Gobierno. “En abril de 2023, plena sequía, teníamos récord de producción y exportación automotriz; Toyota inauguraba un tercer turno por la demanda externa; Volkswagen instalaba por primera vez en Argentina su planta de camiones; había récord de despacho de cemento e hierro; el nivel de actividad estaba en 68% y la inversión en niveles históricos”, detalló.
Ese panorama, insistió, se desplomó en pocos meses. Hoy, según datos que citó, el empleo industrial cae a un ritmo de 1.500 puestos por mes, varias fábricas cerraron o suspendieron personal —Acindar, por ejemplo, despidió 500 trabajadores e importó alambrón de China— y la recaudación se resiente por la caída de la actividad.
De Mendiguren atribuye esta dinámica a una macroeconomía “absolutamente centrada en la especulación financiera” y favorable a la importación por sobre la producción local. “Esto sí es un plan platita: más de 30 mil millones de dólares al sector financiero”, ironizó, rebautizando la receta oficial como “populismo financiero” o “plata dulce” para pocos.
El verdadero riesgo: un modelo extractivista sin desarrollo
Más allá de la disputa política por el “riesgo K”, el ex secretario de Industria advierte sobre un riesgo real y estructural: que Argentina quede atrapada en un modelo primarizado, exportando materias primas sin valor agregado. Puso como ejemplo la política para el litio, el gas y el petróleo bajo el Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI), que concede a las multinacionales beneficios impositivos y aduaneros inéditos, la libre disposición de divisas y hasta la posibilidad de litigar contra el Estado en tribunales extranjeros.
“Es el modelo nigeriano”, comparó, aludiendo a cómo Nigeria cedió sus recursos energéticos sin desarrollar industria local ni tecnología, en contraste con Noruega, que convirtió su petróleo en una palanca de desarrollo industrial, formó técnicos, creó empresas proveedoras y acumuló un fondo soberano de 1.600 billones de dólares.
Según su cálculo, si en lugar de exportar litio sin procesar se desarrollara la cadena de acumuladores de energía en el país, el ingreso de dólares podría quintuplicarse y generarse miles de empleos calificados. Lo mismo —dijo— podría hacerse con el gas, creando un polo petroquímico competitivo en Bahía Blanca en vez de exportar el recurso crudo a Brasil, donde se construyen las plantas de fertilizantes.
“Este modelo es con 25 empresas adentro y el resto de los argentinos afuera. El desarrollo que nosotros proponemos es con la gente adentro”, remarcó, advirtiendo que las ventajas comparativas en recursos naturales no deben regalarse sin una estrategia productiva.
Para De Mendiguren, el verdadero debate que debería ocupar la agenda no es si existe o no un “riesgo K”, sino cómo aprovechar la “enorme oportunidad” de los recursos estratégicos para impulsar una industrialización que genere empleo y divisas genuinas. “El mundo quiere a la Argentina como proveedora de materias primas. Nosotros tenemos que decidir si aceptamos ese destino o si agregamos valor y tecnología acá”, concluyó.

