La advertencia sanitaria existió, fue oficial y clara. Pero la mayoría de los medios eligió no decirlo todo en sus títulos. Hace apenas unos días, el Estado nacional publicó una advertencia sanitaria concreta y precisa: un lote de queso Cremón doble crema de La Serenísima había sido detectado con presencia de Listeria monocytogenes, una bacteria potencialmente peligrosa, sobre todo para embarazadas, adultos mayores y personas inmunocomprometidas.
El informe técnico existió, tuvo fecha, lote, marca y producto claramente identificados. Sin embargo, cuando esa información llegó a los grandes portales de noticias, algo se diluyó en el camino.
La noticia se publicó, sí. Pero en muchos casos apareció envuelta en títulos ambiguos, frases genéricas y eufemismos repetidos: “una marca reconocida”, “un queso de pasta blanda”, “un producto muy consumido”.
El nombre La Serenísima y la especificidad Cremón quedaron escondidos en párrafos interiores, lejos del golpe visual del titular y la bajada. Un detalle no menor cuando se trata de uno de los quesos más consumidos del país.
La información está, pero no se ve
El comunicado conjunto de ANMAT y SENASA fue publicado en canales oficiales del Estado. Allí no hubo rodeos: se indicó el producto, la marca, el lote afectado y la recomendación expresa de no consumo. El problema no fue la falta de información, sino su tratamiento editorial posterior.
Según informó oficialmente ANMAT, la alerta sanitaria se emitió tras detectarse Listeria monocytogenes en el queso Cremón doble crema de La Serenísima, correspondiente al lote N° 2703, elaborado el 3 de julio y con fecha de vencimiento consignada en el envase.
El hallazgo surgió de análisis realizados por SENASA en el marco de los controles de rutina, lo que derivó en la recomendación expresa de no consumir el producto y proceder a su retiro del mercado.
ANMAT detalló además que la bacteria puede provocar cuadros graves de listeriosis, especialmente en embarazadas, adultos mayores y personas con sistemas inmunológicos comprometidos.
En un paneo rápido por portales, noticieros y diarios digitales, el patrón se repite. La alerta sanitaria aparece, pero cuidadosamente despojada de elementos que puedan incomodar a una empresa poderosa. Algún ector desprevenido puede ver la nota completa sin advertir, de manera inmediata, que el producto que tiene en la heladera es justamente el involucrado.

Ese mecanismo no es casual ni nuevo. Funciona como una forma de enmascaramiento mediático que, sin mentir, evita decir demasiado en el lugar donde más impacto genera: el título.
La pauta como condicionante editorial
Mastellone Hnos., propietaria de La Serenísima, es una de las empresas lácteas más importantes de la Argentina y una de las mayores anunciantes del país.
Su presencia publicitaria atraviesa noticieros, programas periodísticos, radios y medios digitales. En ese contexto, resulta ingenuo pensar que esa relación comercial no influye en las decisiones editoriales. Igualmente a como sucede en la política, pero sin que nadie se escandalice.
La lógica es conocida: no ocultar la noticia, pero sí suavizarla. No eliminar la marca, pero esconderla. No mentir, pero tampoco incomodar. La pauta publicitaria funciona como una barrera invisible que condiciona qué se dice, cómo se dice y, sobre todo, dónde se dice., y “sobre” todo, más que buscar clientes, paga silencios.
El contraste se vuelve evidente cuando un medio sin dependencia fuerte de la pauta privada como “La Política Online” titula de manera directa y sin eufemismos. Allí, la marca aparece sin vueltas. El resto elige el rodeo, o peor aún, ni siquiera publicarlo.


Consumo masivo y derecho a saber
El queso cremoso (y en particular el Cremón) es parte central de la mesa cotidiana de millones de argentinos. Por eso, la falta de claridad en los titulares no es un detalle menor: afecta el derecho a la información de los consumidores.
Cuando una alerta sanitaria no se comunica de manera frontal, el riesgo no desaparece, solo se vuelve menos visible. La información pierde eficacia preventiva y se transforma en un trámite burocrático más, cumplido hacia adentro pero debilitado hacia afuera.

Este caso vuelve a poner sobre la mesa una pregunta incómoda pero necesaria: ¿hasta qué punto los grandes medios están dispuestos a informar verazmente sobre las empresas que los financian? La respuesta no suele encontrarse en lo que se publica, sino en cómo se titula.

“La realidad se puede hacer tapa o se puede tapar”, confesaba cinicamente un aviso publicitario de “lobby”, previo a la nunca aplicada ley de medios, para evitar su promulgación.
Es que cuando la pauta manda, la verdad no desaparece. Simplemente, se esconde.

