Cuando todo parecía encaminarse hacia un cierre previsible, la primera edición de los Premios Martín Fierro a los Canales de Streaming terminó consagrando al protagonista menos pensado: el CONICET. La transmisión en vivo de la expedición científica en el cañón submarino Mar del Plata se quedó con el Martín Fierro de Oro y transformó la gala en algo más que una premiación: fue un gesto colectivo, inesperado y, para muchos, profundamente reparador.
El dato no es menor. En una ceremonia organizada por APTRA —con excepción de la categoría “Mejor Comunidad”, votada por el público y rodeada de polémicas por su sistema de recaudación—, el máximo galardón quedó en manos de un streaming que no nació para competir, monetizar ni construir marca. Llegó ahí casi sin proponérselo, empujado por una audiencia que encontró en la ciencia algo que el ecosistema digital persigue desde hace años: autenticidad.

Cuando el streaming no buscaba ser streaming
La transmisión del CONICET, realizada a bordo del buque Falkor (too) de la Fundación Schmidt Ocean durante la expedición Talud Continental IV, tenía un objetivo estrictamente científico: explorar el fondo del Atlántico Sur, en el Cañón Submarino Mar del Plata, a casi 4.000 metros de profundidad. Pero el fenómeno ocurrió en otro plano.
Lo que empezó como una emisión silenciosa y técnica se transformó, gracias al chat de YouTube, en una experiencia colectiva. Las preguntas del público —qué se estaba viendo, por qué el robot se movía así, quién hablaba en inglés— obligaron a los científicos y científicas del CONICET a tomar la palabra. Y en ese gesto, simple y genuino, apareció la magia.
El streaming mostró, quizá como pocas veces, su rasgo más distintivo: la relación directa, inmediata y horizontal con la audiencia. Los científicos respondían en vivo, se explicaban, se reían, se emocionaban. Y del otro lado, miles de personas acompañaban cada descenso del robot como si fuera propio, incluso hasta altas horas de la madrugada. Sin estrategia digital, sin guión y sin buscarlo, el CONICET terminó encarnando mejor que nadie el espíritu del formato.
La comunidad, la ciencia y lo público
El impacto fue contundente. El canal de YouTube de la Fundación Schmidt Ocean pasó de promediar cinco mil visualizaciones a superar el millón en una sola transmisión y casi duplicó su cantidad de suscriptores en pocos días. Pero el momento más profundo llegó cuando los científicos empezaron a leer el chat.
“Leí un mensaje que decía: ‘Tengo siete años, amo la naturaleza y quiero ser biólogo’. Eso te llena el corazón”, dijo en vivo Nadia Cerino, una de las investigadoras más queridas por la audiencia, bautizada por el público como “Nadia Coralina”. Fue ella quien, junto a Emiliano Ocampo y Mariano Martínez, subió al escenario a recibir el Martín Fierro de Oro.
Los agradecimientos no siguieron el libreto habitual. Hubo menciones a la universidad pública, a los docentes, a las familias, a las instituciones que sostienen la investigación científica, a los canales de streaming presentes que ayudaron a difundir la terea, y de manera insistente, a la importancia de lo público, la ciencia y el mar. También a la gente. A esa comunidad que, sin pedir nada a cambio, convirtió una expedición científica en un fenómeno cultural.
Una ovación que dijo más que muchos discursos
La consagración del CONICET no fue un momento más dentro de la gala. Cuando la transmisión científica ganó primero el premio a Transmisión Especial (cuando aún nadie pensaba en el Martín Fierro de Oro), la sala se puso de pie. El canto fue unánime: “Conicet, Conicet”.
Las cámaras buscaron reacciones. Una de ellas se volvió viral: el gesto serio y contenido de Esteban Trebucq, conductor de uno de los programas derrotados en la noche. No hizo falta agregar contexto. En una ceremonia atravesada por la reivindicación de la ciencia, la universidad pública y el Estado, la incomodidad habló sola.
Minutos antes, otro momento ya había marcado el clima de la ceremonia. Julia Mengolini subió al escenario para recibir el premio a Mejor Programa Informativo por “Segurola y Habana” y, lejos de esquivar el contexto político, lanzó una frase que rápidamente se volvió viral: “No voy a hacer lo que se espera de mí, que es bardear a este Gobierno de caretas, protofascista, porque ya no lo considero un Gobierno“.
“Son vasallos de Trump, así que en todo caso voy a tener que putear al gobierno de Estados Unidos: ¡fuck you, Donald!”.
Mientras hablaba, las cámaras de la transmisión volvieron una y otra vez sobre Esteban Trebucq, el conductor del programa “Tremenda mañana”, que se emite por el streaming Bondi y perdió contra el ciclo conducido por Mengolini en Futurock. Segunda postal incómoda de la noche.
Chicanas, roscas y síntomas de época
El cierre de la ceremonia sumó otro capítulo político cuando “Industria Nacional”, el programa que conduce Pedro Rosemblat por Gelatina, se impuso como Mejor Programa Político. Desde el escenario, Rosemblat celebró la victoria con una chicana dirigida a Carajo y a “La Misa”, el envío de Daniel Parisini, más conocido como el Gordo Dan.
“Me produce especial alegría ganarle a Carajo que, de los canales financiados con los fondos reservados de la SIDE, es mi favorito”.
La frase se llevó el aplauso de sus compañeros y unaincomodidad latente que se apreció en la cara de los conductores del evento,Damián Betular y Paula Chaves, que ni siquiera despidieron al grupo cuando bajaba del escenario y siguieron con el guion en un momento de evidente desconcierto.
Un cierre que unió
En un ecosistema de streaming atravesado por disputas, alineamientos y grietas,el premio al CONICET funcionó como un raro punto de encuentro. No canceló tensiones, pero las desactivó sobre el final de la noche.
Cuando la gala terminó, quedó la sensación de que algo distinto había ocurrido. En un contexto de recortes, cuestionamientos a la ciencia y ataque a lo público, el Martín Fierro de Oro al CONICET operó como una respuesta colectiva, amable y poderosa a la vez.
Sin golpes bajos ni consignas explícitas, la ciencia pública se llevó el premio mayor. Y en el camino, recordó que a veces el streaming más exitoso no es el que grita más fuerte, sino el que se anima a explicar, compartir y abrir preguntas desde el fondo del mar.

