La escena en Tribunales parecía haber llegado a su punto máximo cuando Diego “El Demonio” García escuchó la condena y cayó desplomado al piso, desmayado frente a todos. Pero el verdadero estallido llegaría después. Porque, pese a haber sido sentenciado a 6 años y 8 meses por abuso sexual, la Justicia decidió enviarlo… a su casa. Sí: prisión domiciliaria. Tobillera. Televisor. Todo bajo techo.
El desconcierto se transformó en bronca en cuestión de minutos. La víctima y su entorno no salían de la sorpresa: el hombre hallado culpable de un hecho aberrante no pisaría una celda del Servicio Penitenciario Bonaerense. Al menos, no por ahora.
Mientras el futbolista era retirado de la sala aún aturdido por el impacto del veredicto, el abogado de la acusación privada, Marcelo Peña, ya encabezaba un nuevo operativo: apelar de inmediato para que García vaya a una cárcel común. “No hay privilegios para un delito así. Tiene que cumplir la pena tras las rejas”, lanzó, con el enojo marcándole la voz.
Afuera, el clima estaba electrificado. Cada paso del condenado era seguido con miradas que mezclaban indignación y desconfianza. Las puertas de la justicia platense habían dictado sentencia, sí, pero también habían dejado una sensación amarga: la idea de que el castigo no era suficiente.
La defensa del futbolista, por su parte, insistió en que García debía estar en libertad hasta que la condena quedara firme. Una estrategia que ahora encuentra un atajo: la comodidad del hogar frente al encierro penitenciario.
El caso, que nació en una quinta en febrero de 2021 y que mantuvo en vilo a buena parte del mundo del fútbol, vuelve a ser un polvorín que nadie sabe cómo terminará de explotar. Lo único seguro es que el número 10 condenado por abuso sexual sigue con ventaja en el marcador judicial… aunque el partido está lejos de terminar.

