Con la invasión de mosquitos que está sufriendo la provincia de Buenos Aires, más particularmente el AMBA, algunos locales incluso se están quedando sin repelentes para vender y ante esa situación, aparecen dudas sobre cómo usarlos y se intentan nuevas formas de protección. ¿Se puede? Acá te cuento mejor de dónde vienen los repelentes y qué sucede con los tratamientos alternativos.
Según el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), los primeros repelentes surgieron hace 70 mil años y no se utilizaban sobre la piel. “Se usaban cenizas de distintos árboles que se quemaban y se esparcían alrededor de las camas hechas con hojas y paja”, cuenta Laura Harburguer, especialista del CONICET. El detalle del funcionamiento es que la ceniza compliacaba a los insectos para caminar y además los deshidrataba. En 1800 se descubrió la flor de pietro que funcionaba por medio del humo: “Luego lo que se hizo fue comenzar a impregnar distintas superficies con estas piretrinas y a quemarlas, y así surgieron los primeros espirales”. Esos dos serían los hechos relevantes, más tarde aparecen las sustancias sintéticas.
Con respecto al uso de los repelentes, el cuidado tiene que ser elevado y si bien se recomienda ver las indicaciones que traiga el producto, es importante “no usar directamente el spray o el aerosol sobre el cuerpo, ni de uno ni de nadie más”, porque no está creado para eso ni tampoco para tirar sobre superficies ni telas, ya que “los repelentes fueron diseñados para pulverizar sobre el ambiente, y tienen dosis de insecticidas altas”, afirman los especialistas del CONICET.
Repelentes alternativos
Con la escasez de repelentes en algunos locales debido a la alta demanda y los nuevos precios, se intentan nuevas formas para protegerse de los mosquitos y, si bien cada quien suele tener su propio método familiar, según los expertos, los productos comerciales son los más eficientes: “Realmente de las que circulan por internet y evaluamos su viabilidad, no encontramos ningún tipo de eficacia”, asegura Juan José García, especialista del CONICET.