Se hizo conocido en el bonaerense Canal 26 por sus posturas siempre muy reaccionarias ante cualquier tema de la realidad política, económica, o social de la Argentina. Esa característica le valió ser llamado por la señal de noticias del diario La Nación para conducir en los horarios de fin de semana. El periodista Eduardo Serenellini volvió a llamar la atención, esta vez contando una anécdota de su vida privada que involucra a un niño travieso de una mesa contigua en un restaurante al que asistió con su familia.
En su narración incluyó la explicación del método que utilizó para controlar los movimientos inquietos del pequeño niño, que daba vueltas sin parar alrededor de la mesa que lo tenía a él y los suyos como comensales.
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El relato se puso controversial cuando explicó que luego de que el chico le hubiera arrojado comida de su propio plato, él apoyó su pie sobre el del niño como haciéndose el distraído, y lo apretó para que se quede calmado sin tener que ir a hablar con los padres. De este modo dijo haber solucionado la situación con un escarmiento que él tomó como tarea propia ante la impasividad de los progenitores del menor.
“LE CLAVÉ EL TALÓN DE MI ZAPATO”
“Un pibito empezó a dar vueltas alrededor de la mesa nuestra. Vueltas y vueltas, venía de una mesa de al lado. Y tuvo la mala idea de frenar y ponerse al lado mío a mirarme“, inició su a anécdota Serenellini.
La anécdota en un restaurante que involucra al periodista conductor de La Nación Más pisando con el taco de su zapato los dedos de un niño travieso que no lo dejaba comer en paz
“Los pibes tienen como un imán, se dan cuenta cual es la persona a la que más pueden llegar a ofuscar“, siguió con su relato en primera persona el ex Canal 26.
“Yo nada, viste, miro a los padres y estaban en una nube de… nada viste“.
“Se va el pibe y al rato vuelve, y cometió el error de manotearme algo de la comida. ¿Qué haces ahí, a ver, qué haces? Yo al padre no le puedo decir nada porque te tenés que pelear”, profundizó el periodista.
“No lo podés decir en televisión, pero yo le doy un ‘cortito‘”, dijo su interlocutor al aire, marcando con un gesto una especie de codazo repentino y breve, como el que patentó el inolvidable Martín Karadagián hace cinco décadas.
“El chico tenía una de esas franciscanas, ¿viste esa franciscanas con los deditos (al aire)? . Entonces agarro yo con mi taco, con el talón de mi zapato, y se lo clavo al pibito arriba. Y el pibito nada. Yo seguía hablando y el pibe se ponía como ese termo (con el rostro morado), hasta que se fue tranquilito y se terminó el problema. Si el padre y la madre no miran lo que pasa al lado… bueno, lo lamento, viste“, concluyó la explicación de su técnica para calmar niños ajenos en lugares públicos el conductor de La Nación Más.
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