Ronald Melzack y Patrick Wall propusieron la teoría de la compuerta, que dice que el dolor no es solo una sensación física. En este artículo nos preguntamos si funciona también en este insólito método propuesto en redes sociales para aliviar la molestia por la roncha que dejan las picaduras de mosquitos.
Una usuaria de “X”, ante la inusitada invasión de mosquitos pidió una explicación lo más científica posible: “Necesito que alguien me explique el mecanismo fisiopatológico por el cual cuando te haces la cruz de la muerte en una picadura de mosquito, automáticamente te deja de picar”.
Aquí un acercamiento al razonamiento científico más convincente.
¿Te preguntaste alguna vez por qué duele cuando nos golpeamos, nos cortamos, nos quemamos o nos pican insectos? ¿O por qué a veces el dolor se va cuando nos distraemos, nos relajamos o nos ponemos una crema?
La respuesta a estas preguntas la encontraron hace 50 años dos científicos llamados Ronald Melzack y Patrick Wall, que propusieron la teoría de la compuerta.
Lo que argumenta esa teoría es que el dolor no es solo una sensación física que viene de una parte dañada de nuestro cuerpo, sino que también depende de nuestra mente y de otros factores.
“NO ME MOLESTEN MOSQUITOS”
Según este postulado, el dolor pasa por una serie de vías nerviosas, en donde tiene que atravesar compuertas que pueden abrirse o cerrarse. Las compuertas son como interruptores que regulan el paso de la información del dolor.
Estas compuertas se encuentran en la médula espinal, que es como un cable que conecta nuestro cerebro con el resto del cuerpo. Cuando las compuertas se abren, el dolor llega al cerebro y lo sentimos más fuerte. Cuando las compuertas se cierran, el dolor se bloquea y lo sentimos menos o nada.
¿Qué hace que las compuertas se abran o se cierren? Hay varios factores que influyen, como el tipo de estímulo que recibimos, nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestra atención.
Por ejemplo, si nos pinchamos con una aguja, las compuertas se abren porque el estímulo es intenso y nos duele mucho. Pero si nos rascamos la zona donde nos pinchamos, las compuertas se cierran porque el estímulo es suave y nos alivia el dolor. Lo mismo ocurre con las picaduras de mosquitos.
También influyen nuestras emociones. Si estamos tristes, asustados o enojados, las compuertas se abren más y el dolor se hace más grande. Pero si estamos contentos, tranquilos o confiados, las compuertas se cierran más y el dolor se hace más pequeño.
Nuestros pensamientos también tienen que ver. Si pensamos que el dolor es muy grave, que no se va a ir o que nos va a pasar algo malo, las compuertas se abren más y el dolor se agrava. Pero si pensamos que el dolor es leve, que se va a pasar o que nos va a ayudar a mejorar, las compuertas se cierran más y el dolor se alivia.
Y por último, nuestra atención también cuenta. Si nos concentramos mucho en el dolor, las compuertas se abren más y el dolor se hace más intenso. Pero si nos distraemos con otra cosa, como un juego, una canción o una historia, las compuertas se cierran más y el dolor se reduce.
La teoría de la compuerta nos ayuda a entender que el dolor no es algo fijo e inevitable, sino que podemos modificarlo con nuestra mente y con otras estrategias. Por eso, cuando nos duela algo, podemos intentar relajarnos, pensar positivo, distraernos o buscar ayuda profesional. Así podremos cerrar las compuertas del dolor y sentirnos mejor.
Las abuelas tenían razón con aquello del “sana sana colita de rana”.