Si la tele argentina hubiera tenido un equivalente nacional a “Better Call Saul” , la serie desprendida del universo de la también famosa “Breaking Bad“, probablemente el cartel luminoso hubiera dicho: “Better Call Leguizamón“, como se le ocurrió llamarlo al medio de José C. Paz, “TODO MÍSTICA”.
Porque Martín Leguizamón, abogado de San Isidro, supo ver antes que nadie que el futuro de los conflictos legales no estaba solo en tribunales físicos, sino en las pantallas, en “lo que aparece” cuando ponés tu nombre en Google y apretás Enter. Y no, no era una intuición filosófica: era sobrevivir a la era del “escrache digital“.
En 2006, cuando muchos abogados seguían soñando con ser el nuevo “Petrocelli” (solo para documentos de menos de 20 millones) en el Palacio de Tribunales, Leguizamón “la vio”, y decidió meterse en un territorio que, en ese momento, era casi tierra de nadie: demandar a buscadores, pedir reparación por imagen digital, reclamar el derecho al olvido cuando internet se vuelve tóxica.
Un “bufete” con glamour mediático
Es que Leguizamón trabaja generalmente en alianza con el estudio de Fernando Burlando, Una especie de multiverso jurídico desde donde se libran batallas que llenan programas de panelistas y sobremesas en casas de tías mabeles.
Pero mientras Burlando se pelea con micrófonos y cámaras o incursiona en política y saca más votos que Santiago Cúneo, Leguizamón juega otra liga: la técnica jurídica del mundo digital.
El tipo entiende códigos, metadatos, vínculos, indexaciones y términos de uso, como quien entiende los horarios del micro Misión Buenos Aires a Retiro por Autopista.
Es decir: si esto fuera la mencionada ficción Better Call Saul, Burlando sería la presencia teatral de Jimmy McGill… y Leguizamón sería el que en verdad arma la estrategia para que el caso cierre. Porque él no es glamoroso. Pero es tremendamente efectivo.
Wanda, Silvina Luna, Nicole, Maradona y el largo etcétera
Cuando Wanda Nara empezó a aparecer asociada a sitios triple X, Leguizamón levantó la mano y actuó.

Cuando Silvina Luna quedó atrapada en imágenes que la perseguían años después de su publicación, Leguizamón se plantó.

Cuando Diego Maradona quiso proteger su nombre e identidad digital (que, seamos sinceros, era una guerra eterna), otra vez ahí estaba él.
Resultado: más de 100 juicios ganados contra Google.
Sí, ese Google “omni”. La empresa que parece omnipotente. El buscador omnipresente que todo lo sabe. El gigante que te completa la frase antes de que termines de escribirla.
Pero la lógica del Doctor Leguizamón es muy sencilla: si Google es capaz de completarte la frase, también puede dejar de mostrarte algo cuando te perjudica.
Eso fue lo que Leguizamón logró instalar como doctrina jurídica en Argentina.
Y es una bomba.

Derecho al Olvido: no es borrar el pasado, es no quedar atrapado en él
Y acá está la parte clave: Leguizamón no pide reescribir la historia.
Pide que no te persiga de manera infinita.
Porque internet tiene algo cruel: lo que publica es un “Highlinder digital“, nada muere nunca.
Un chisme del 2009 puede hundirte en 2025.
Él, Martín Leguizamón, desde el conurbano bonaerense, convirtió eso en argumento legal… Y ganó.
Su enfoque fue citado en análisis doctrinarios posteriores al fallo “Rodríguez, María Belén c/ Google” resuelto por la Corte Suprema en 2014, que estableció parámetros sobre la responsabilidad de los buscadores en Argentina.

Si bien no fue parte de ese expediente, sus argumentos en litigios previos y posteriores se alinearon con la interpretación de que el buscador puede ser responsable cuando, tras una notificación fehaciente, no adopta medidas para impedir la difusión de contenidos lesivos.
En los años siguientes, su práctica profesional se consolidó como una referencia dentro del campo del derecho digital, especialmente en casos donde se discute la permanencia de información en línea luego de haber perdido relevancia pública.
Un abogado de serie, pero en criollo
Petrocelli en la tele de los ’70 ganaba casos imposibles.

Ironside enfrentaba juicios orales desde su silla de ruedas como nadie. Y el ya nombrado Saul Goodman hacía arreglos turbios…pero brillantes.
Leguizamón… te baja de Google. Y le ganó más de cien veces hasta ahora, convirtiéndose en una especie de letrado récord Guinness.
Moderno, eficaz y con mate en mano.
Leguizamón integró y colabora con distintas áreas de debate jurídico vinculadas a la regulación de datos personales y responsabilidad de intermediarios en internet.
Participó en jornadas y seminarios organizados por el Colegio de Abogados de San Isidro y por facultades de Derecho donde se discuten los alcances de la Ley de Protección de Datos Personales (25.326) y sus actualizaciones pendientes.
En esos espacios suele enfocarse en la diferencia entre los contenidos que constituyen información de interés público y aquellos que solo producen daño reputacional sin aportar valor informativo, planteando la necesidad de criterios judiciales uniformes para la desindexación.

Porque desde el Gran Buenos Aires demostró que defender el nombre y honor no es un detalle: es identidad, dignidad y supervivencia en la hoguera permanente de la opinión digital.
Y si algunos te incendian…
Bueno:
“Better Call Leguizamón“.


