En 1982, mientras la Guerra de Malvinas se desarrollaba en el Atlántico Sur, Mar del Plata ocupaba un rol estratégico poco visible. Desde su base naval operaban varios submarinos argentinos, una capacidad militar que el Reino Unido consideraba clave dentro del conflicto.
En ese escenario actuó Ruth Morton, una ciudadana uruguaya reclutada por la inteligencia británica para tareas de espionaje.
Mar del Plata, punto estratégico
Lejos del frente de combate directo, la ciudad balnearia mantenía una apariencia de normalidad. Sin embargo, la Base Naval Mar del Plata concentraba movimientos sensibles de la Armada Argentina. Allí operaban el ARA San Luis, el ARA Santa Fe y el ARA Santiago del Estero, unidades que eran seguidas de cerca por los servicios de inteligencia británicos.

Confirmar si esos submarinos estaban operativos, en reparación o fuera de servicio era un dato fundamental para la planificación militar del Reino Unido. Parte de esa información se obtenía mediante observación directa desde tierra firme.
“Mi tarea principal era vigilar tres submarinos, los movimientos de los submarinos, desde la costa argentina“, le contó al medio inglés que la entrevistó por primera vez.
La entrevista la realizó Graham Bound y no es casual porque este periodista inglés fue fundador del Penguin News, el diario de las islas, y compañero de la hija de Morton en el colegio en Uruguay.

Quién era Ruth Morton
Ruth Morton tenía 52 años cuando fue reclutada en 1982. No era una improvisada. Pertenecía a una familia con antecedentes en tareas de inteligencia vinculadas al Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial, cuando algunos de sus miembros participaron en la interceptación y traducción de comunicaciones en el Río de la Plata.

Ese vínculo histórico fue clave para que décadas después volviera a ser convocada. Según relató ella misma, aceptó la misión sin firmar documentos ni dejar registros oficiales, bajo una consigna central: pasar desapercibida.
La misión de espionaje
Morton se instaló en un edificio abandonado frente a la base naval, desde donde tenía visibilidad directa sobre los movimientos portuarios. En condiciones precarias y evitando ser detectada, observaba horarios de entrada y salida, permanencias en puerto y actividad general de los submarinos.
“No entendía lo que querían decir, pero tenía que acordármelos palabra por palabra y darles los mensajes“, cuenta la mujer en la entrevista. “¿Era como un juego?”, le pregunta el periodista”. “No, no me emocionaba. Tenía que tener mucho cuidado y transcribir palabra por palabra”, recuerda la exespía.
Según narra el diario El País de Montevideo, en los años de la Segunda Guerra Mundial, los ferrocarriles de capital británico que operaban en Uruguay eran la fachada perfecta para tareas de inteligencia.
Allí trabajaba Eddie, el padre de Ruth, quien se incorporó a esas tareas encubiertas y sumó al operativo a sus hijas mayores, Babs y Minna.
Su función, según se supo después, era captar comunicaciones, traducirlas y volcarlas por escrito, algo que aprendió a hacer Ruth desde niña, sin siquiera entender qué hacía realmente.
La información se transmitía mediante canales indirectos, a través de llamadas codificadas y contactos intermediarios. No existía comunicación directa con Londres. El objetivo principal era el ARA San Luis, el único submarino argentino que logró operar en la zona de combate alrededor de las islas.
Según su testimonio, Morton nunca fue descubierta por las autoridades argentinas durante el conflicto.
El silencio de cuatro décadas
Tras el final de la guerra, Ruth Morton abandonó Argentina y retomó su vida civil. Durante más de cuarenta años no habló públicamente sobre su rol. Recién a los 97 años, ya instalada en Montevideo, decidió romper el silencio ahora, en una entrevista con la BBC.

Su relato permitió confirmar que la guerra también se libró en el continente, en territorio bonaerense, lejos de las islas, mediante operaciones de espionaje británico que tuvieron a Mar del Plata como uno de sus escenarios clave.
No hay épica en su historia. Tampoco reconocimientos oficiales. Solo la confirmación de que, mientras el conflicto avanzaba en el Atlántico Sur, alguien observaba en silencio desde la costa de la Provincia de Buenos Aires, tomando nota de una guerra que se jugaba en más de un frente.

