Un millón de hectáreas bajo el agua en la provincia de Buenos Aires, sobre todo en la cuenca media del Salado, vuelven a poner en primer plano una advertencia que pasó casi inadvertida. Hace dos años, el ingeniero hidráulico y civil Claudio Velazco publicó un análisis técnico en el que anticipaba con precisión quirúrgica lo que podía ocurrir si el fenómeno de El Niño llegaba a la Provincia en un contexto de obras inconclusas y sistemas de drenaje insuficientes. Hoy, con el evento climático plenamente instalado y extensas áreas anegadas, su diagnóstico cobra una fuerza particular.
Velazco había marcado entonces que El Niño presagia abundantes precipitaciones sobre territorios que no habían logrado recuperarse del ciclo previo de sequía. Pero lo que más pesaba en su evaluación era la situación estructural: la Provincia iba a enfrentar lluvias intensas con una infraestructura hídrica incompleta.
El especialista lo dijo sin rodeos: de los 710 kilómetros del cauce principal del río Salado, solo 219 tenían obras ejecutadas, mientras que 410 kilómetros “prácticamente no tenían nada hecho”. Una vulnerabilidad abierta en plena columna vertebral del drenaje bonaerense.
Esa situación se agravó a partir de la decisión del gobierno de Javier Milei de llevar a cero la obra pública en todo el país y la imposibilidad del Gobierno provincial de hacerse cargo de las mismas por encontrarse vigentes los contratos suscriptos oportunamente por Nación. Ante el reclamo de los productores, se hizo una tibia promesa de retomarlas.
Las aguas bajan turbias
En su informe, Velazco subrayaba la magnitud de la Cuenca del Salado: 17 millones de hectáreas, 55 distritos involucrados y el antecedente de que, en eventos anteriores, hasta el 78% de esa superficie había quedado afectada por inundaciones velazco. Si a eso se sumaban otras cuencas que descargan hacia el Río de la Plata o el Atlántico, el área comprometida alcanzaba los 19 millones de hectáreas. Su conclusión era sencilla: sin obras, las chances de que las aguas se desbordaran nuevamente eran altas.

El ingeniero también advertía que las secciones ya ampliadas en los tramos I a III del Salado seguían siendo insuficientes. Proponía intervenir no solo el cauce principal, sino también arroyos y canales clave como el Vallimanca, Saladillo, Las Flores, y los Canales 9 y 11, además de trabajar sobre ríos como el Arrecifes, Pergamino, Areco, Luján y el Arroyo del Medio. En paralelo, planteaba una obra mayor para el noroeste bonaerense: un canal de 310 kilómetros desde el límite con Córdoba para evitar que esa región —una de las más afectadas en cada ciclo húmedo— volviera a sufrir estancamientos prolongados.
Dos años después, el mapa bonaerense confirma varios de esos puntos. La combinación de El Niño y la falta de obras en tramos críticos vuelve a exponer las mismas zonas que Velazco había identificado como sensibles. Su advertencia no fue una predicción abstracta: fue una descripción técnica de un riesgo que la Provincia arrastraba. Con un millón de hectáreas hoy bajo el agua, aquella alerta encuentra su correlato más contundente.

