Patricia Bullrich lo hizo de nuevo. En una entrevista con Jonatan Viale en Radio Rivadavia, la ministra de Seguridad dejó una de esas escenas radiales que parecen dejar terreno fértil para el humor político, pero que en su caso se hacen difícil de marcar el límite entre seriedad e impostación.
“Tres noticias impresionantes”
Todo comenzó cuando su amigable periodista le preguntó —con tono de complicidad— qué tan importante consideraba el anuncio del Tesoro de Estados Unidos sobre el swap y la compra de pesos argentinos.
Bullrich tomó el centro y lo transformó en una suerte de monólogo entusiasta, casi celebratorio. “Mirá, para mí es muy importante”, arrancó, y enseguida relató su caminata por Caballito: “Recién estaba hablando con unos kiosqueros de diario y les dije que estos días hubo noticias realmente muy relevantes”.
A partir de ahí, desplegó una enumeración que mezcló política internacional, geopolítica y economía local con la naturalidad de quien arma un collage de titulares sueltos.
“Una es el acuerdo de paz que Trump planteó entre Israel y los gazatíes o Hamas, digamos, para ponerle el nombre correcto. El segundo es que María Corina Machado haya sacado el Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento enorme a la lucha democrática contra la dictadura de Maduro. Y el tercero es que Estados Unidos haya comprado pesos argentinos. Son tres noticias realmente de un nivel impresionante.”
Un entusiasmo difícil de explicar
Lo que llamó la atención no fue sólo la mezcla de temas —una supuesta “paz en Medio Oriente”, un Nobel a una opositora venezolana y un gesto financiero de Washington hacia Buenos Aires—, sino el tono: Bullrich hablaba con una energía casi festiva, como si describiera un triunfo colectivo o una ola de buenas noticias que cambiarían el rumbo del mundo.
Viale, acostumbrado a sostener el clima de euforia oficialista, apenas atinó a asentir y pasar al siguiente tema. Pero la escena quedó flotando en el aire, entre la perplejidad y la risa. La ministra parecía genuinamente convencida de estar compartiendo algo trascendental, aunque el cóctel de nombres y situaciones no guardara relación entre sí.
Muy poco para festejar
En su voz se mezclaron la solemnidad y la improvisación, el entusiasmo y la descoordinación impostada. Un retrato de época: el de una funcionaria que, frente a un país en crisis, elige celebrar titulares globales sin conexión alguna con la vida cotidiana de los argentinos.
Bullrich logró, sin proponérselo, construir un momento de hilaridad política involuntaria. Un sketch radial donde la ministra, con entusiasmo casi infantil, enumeró tres noticias que, más que iluminar la realidad, la distorsionaron hasta volverla parodia.
Quizás todo sea producto de verse forzada a festejar “goles ajenos” a falta de conquistas propias.