El gobernador Axel Kicillof encara los últimos dos meses del año con un ojo puesto en la delicada misión de sacar adelante la gestión en un contexto sumamente adverso, mientras capea una interna política de resultados totalmente impredecibles.
Kicillof comenzó el último día de octubre con un mazazo en formato carta remitida desde San José 1111 y lo compensó sobre el cierre con el apoyo de 40 intendentes que se enlistan dentro del Movimiento Derecho al Futuro.
Los alcaldes llegaron masticando bronca a la cita en el medio del Parque Pereyra, y así lo hicieron saber. Despotricaron contra La Cámpora, bancaron el desdoblamiento y cuestionaron la estrategia de la elección de octubre, en la que fueron marginados de la toma de decisiones y apuntados por —presuntamente, aunque los números no lo demuestren— haber escatimado aparato.
En calle 6 preveían este escenario. El Gobernador, salomónico, contuvo la bronca y proyectó un horizonte político posible en el que, por ahora, no se vislumbran acciones bélicas. Ni siquiera la intención de modificar el Gabinete, donde anidan ministros que lo cuestionan en privado y ahora en público.
Lo que tal vez no esperaba Kicillof es que, junto al mandato para ejecutar la ruptura, los intendentes le llevaran un pedido para que empiece a trabajar por su candidatura presidencial. “Estaban muy arriba los compañeros, querían salir a comerse crudos a todos”, contó una fuente del Gabinete. Las declaraciones on the récord de varios de ellos a la salida confirman que se configura un escenario de confrontación que no registra antecedentes de 2003 a esta parte.
Es la ley primero
Ya habrá tiempo para saldar esas cuentas. Por ahora, su equipo más cercano se enfoca en la necesidad de aprobar una ley de Presupuesto después de tres años, una Impositiva luego de dos años y una autorización para contraer endeudamiento que permita evitar el default y sostener mínimamente una gestión que tiene enfrente el desafío de pagar sueldos y aguinaldos en pocas semanas.
La victoria de Javier Milei el último domingo proyectó una certeza: los próximos dos años serán durísimos para un Gobierno provincial que padeció recortes nacionales superiores a los 12 billones de pesos y que agravan el desequilibrio crónico que genera la miserable coparticipación que percibe el distrito con más población, más producción y más necesidades básicas insatisfechas del país.
Kicillof camina con pie de plomo y aspira a conseguir la aprobación de ese paquete de leyes. Para eso busca, en primer lugar, conectar con los intendentes de La Cámpora y con sus propias necesidades financieras. Mostrará en paralelo la fuerza que le prestan 40 intendentes alineados y que se traducirá en un comunicado de apoyo explícito.
Tiene otros activos para negociar, como los lugares en organismos de control, directorios de empresas del Estado provincial e incluso cuatro vacantes en la Suprema Corte bonaerense. Se sabe que al Gobernador no le entusiasma la idea de cambiar cargos por leyes. Es posible que, en esta oportunidad, no le quede otra alternativa.
El tiempo apremia por partida doble. La mayor parte de los posibles aliados —en el Congreso los llaman “prestadores de Gobernabilidad”— dejará la Legislatura el 10 de diciembre. Las víctimas de la polarización. La configuración del 11 del 12 es apenas más favorable en términos cuantitativos, pero no en términos cualitativos.
Un segundo temporizador cuenta los minutos que les quedan a la paciencia de los intendentes que le reclaman a Kicillof trazar un rumbo hacia 2027. No se descarta incluso un movimiento ofensivo hacia la estructura del PJ bonaerense, que hoy comanda Máximo Kirchner. Resuena esa vieja frase de Publio Flavio Vegecio Renato: si querés paz, preparate para la guerra.

