Acostumbrados a ‘surfear’ crisis, las cifras de desempleo en la provincia de Buenos Aires siempre se leen con la respiración contenida. A principios de julio, el Ministerio de Economía bonaerense difundió datos que sacudieron el avispero: la desocupación trepó al 9,3% en las principales ciudades de la provincia, marcando un aumento de 1,3 puntos porcentuales respecto al mismo período de 2023.
Sin embargo, más allá del titular duro, el dato quedó flotando en la espuma mediática. Hoy, casi una semana después, vale la pena detenerse a mirar qué dice y qué esconde ese porcentaje que, aunque parezca una cifra más, encierra realidades bien distintas según dónde se la mire.
La radiografía bonaerense
El dato más alto se lo llevó el conurbano bonaerense, con un 9,7%. En el Gran La Plata, el desempleo alcanzó el 8,7%. Y en Mar del Plata, fue del 6,0%.
¿Son números catastróficos? No si se los compara con otras etapas críticas de la historia reciente. Pero la trampa está en la calidad del empleo y en quiénes son los que se quedan afuera.
El propio ministro Pablo López escribió en su cuenta de X que se observa “un deterioro multidimensional del mercado laboral”, con avances de la subocupación, el empleo informal y el cuentapropismo sobre el trabajo asalariado.
En criollo: aunque haya gente que trabaja, cada vez es más frecuente que lo haga en condiciones precarias o con ingresos que no alcanzan.
Jóvenes y mujeres: doble golpe
El impacto no es parejo. Entre las mujeres menores de 29 años, el desempleo pega fortísimo: 22,7% están sin trabajo.
Entre los varones jóvenes, la cifra es del 17,6%. En ambos casos, subieron respecto del año pasado.
Este segmento es el termómetro de lo que se viene. Porque cuando una economía expulsa a sus jóvenes —o los empuja a la informalidad— no solo pierde mano de obra: pierde dinamismo, consumo, esperanza de progreso.
La otra cara: el cuentapropismo
Una de las pistas más elocuentes de la crisis está en el crecimiento del trabajo por cuenta propia. Muchos se refugian en el rebusque: delivery, ventas online, changas.
Es un fenómeno que maquilla parcialmente la desocupación. Gente ocupada está, pero bajo modalidades inestables y sin red de contención social.
¿Un alerta o un síntoma?
No es casual que la desocupación haya escalado incluso en Mar del Plata, una ciudad que suele mostrar cifras más estacionales y que hoy refleja un 6% de desocupados. O que en La Plata, corazón político y administrativo de la provincia, el desempleo roce el 9%.
Estos datos bonaerenses no son una anécdota aislada ni tienen que ver únicamente con problemas propios del distrito más importante del país. Se enmarcan en un contexto nacional donde el mercado laboral sigue recibiendo el impacto del freno económico, la inflación persistente y la incertidumbre sobre el rumbo productivo.
Hoy, la pregunta que flota es si este aumento del desempleo es apenas un sobresalto circunstancial o si empieza a consolidar una nueva normalidad.
La respuesta, quizás, no esté en los próximos índices, sino en la capacidad política y económica de revertir una tendencia que, aunque silenciosa, amenaza con profundizar las desigualdades sociales. Todo hace presagiar que, si continúan estas políticas a nivel nacional, se va a profundizar aún más.
Mientras tanto, los números ya están sobre la mesa. Y hablan claro. El próximo tema de máxima preocupación ya no seguirá siendo únicamente controlar la inflación ni disminuir la inseguridad, todo indica que la desocupación llegó para quedarse, como en el último lustro de la década de los ’90.