Sobre la Ruta 229, en el partido bonaerense de Coronel Rosales, se alza una imponente construcción que desde la distancia no pasa desapercibida. Los vecinos lo conocen como el Castillo de Villa Arias, pero detrás de su fachada deteriorada se esconde una historia que combina esplendor, poder político, fiestas, ruinas y misterios. Su verdadero nombre es Chalet de Villa General Arias, aunque todos coinciden en que parece un castillo, incluso con las huellas del tiempo marcadas en sus paredes.
El edificio fue levantado entre 1912 y 1927 por el doctor Ramón Ayala Torales, primer médico del pueblo y figura política de peso en la región. Radical de pura cepa, Ayala Torales llegó incluso a ser intendente interino de Bahía Blanca durante 1928 , luego de la renuncia de Eduardo González, ejercicio que desempeñó durante seis meses, completando el período municipal de ese entonces.
Ayala Torales nació en 1891 y ejerció como uno de los primeros médicos en la región y durante décadas fue una personalidad influyente del sur bonaerense. Formó parte de la fundación de la Asociación Médica de Bahía Blanca en 1921, contribuyendo al desarrollo profesional local.

Del lujo a la decadencia: el pasado brillante del castillo
La casona fue concebida como residencia de fin de semana para su familia y círculo íntimo. Levantada sobre una hectárea dentro de un campo de 400 hectáreas, tenía salida a la costa y era el centro de reuniones, cacerías, cabalgatas y eventos sociales. Durante sus años dorados, allí se alojaron figuras políticas y sociales de la zona, y se organizaban celebraciones que quedaron en la memoria colectiva.

Su arquitectura combinó estilos colonial, gótico y criollo, con detalles únicos: siete fogones revestidos en mármol de Carrara, murales pintados por el propio Ayala, vitrinas lujosas, ángeles de yeso y referencias literarias al Quijote. Las caballerizas, los grandes tapiales y los jardines ornamentados completaban la postal de opulencia.
Pero tras la muerte de Ayala en 1947, el castillo inició un largo declive. Perteneció a su familia hasta 1978 y desde entonces pasó por múltiples manos: se intentó convertirlo en casa de té, geriátrico y hasta boliche bailable, pero todos los proyectos fracasaron.

Mitos, secretos y un presente que duele a los vecinos
Alrededor del castillo surgieron historias populares que alimentaron su fama de lugar misterioso. Los más conocidos son:
- La existencia de un “calabozo” destinado a invitados en estado de ebriedad.
- Un supuesto túnel subterráneo hasta el mar para contrabando, jamás comprobado.
- La falsa creencia de que el mirador se usaba para avistar malones indígenas, cuando en realidad la construcción es posterior a esas épocas.
- Y un mito menos conocido: que políticos radicales se reunían allí previo al golpe de Estado de 1930, un dato repetido localmente pero sin pruebas concretas.

Hoy, el castillo pertenece a Lisandro Mauricio Sejas, dirigente político local, pero se encuentra completamente abandonado y en deterioro, y durante un tiempo estuvo ocupado informalmente. Los vecinos de Villa Arias lo consideran símbolo del pueblo, aunque la falta de fondos para su restauración lo condena a seguir desmoronándose.
¿Cómo llegar al Castillo de Villa Arias desde CABA y La Plata?
El Castillo de Villa Arias se encuentra sobre la Ruta Provincial 229, en el partido de Coronel Rosales, a pocos kilómetros de Punta Alta y a 30 kilómetros de Bahía Blanca.
Desde Ciudad de Buenos Aires, la forma más directa de llegar es tomando la Autovía Ruta Nacional 3 hacia el sur. El trayecto tiene una distancia aproximada de 670 kilómetros y demanda unas 7 horas de viaje en auto. Una vez en Bahía Blanca, se debe tomar la Ruta 229 hacia el este, camino a Punta Alta, hasta llegar a Villa General Arias.
Desde La Plata, la distancia es similar: son unos 650 kilómetros por la Ruta 3, también con ingreso a Villa Arias desde Bahía Blanca.
Si bien no hay transporte público directo hasta el castillo, desde Bahía Blanca existen opciones de colectivos hacia Punta Alta y zonas cercanas. El acceso es visible desde la ruta y se puede llegar en vehículo particular o mediante excursiones locales.

La silueta del castillo sigue siendo referencia ineludible para quienes transitan la Ruta 229, un recordatorio silencioso de un pasado de lujo, de sus misterios y de las promesas incumplidas de ponerlo en valor.

