No era un partido más. Y no será un partido más. Será el día que Estudiantes representó por propia cuenta a casi todo el fútbol argentino y que se ganó gran parte de su apoyo. Justo el Pincha, que suele ser un equipo con pocos adeptos, por los logros obtenidos, por haber combatido en sus años dorados la hegomonía de los grandes y por la idiosincracia de su escuela, esta vez tuvo más hinchas que nunca con distintas camisetas.
Estudiantes hizo la movida que deseaba gran parte del futbolero medio después del rechazo que generó el título concedido a Central, por sopresa, sin previo aviso, en la reunión de Comité Ejecutivo del jueves. Y también, por lo que siguió después: la amenaza de Pablo Toviggino, y la obligación a que hiciera el pasillo, como parte del autoritario proceder con el que se maneja últimamente la AFA.
En ese marco, el Pincha empezó a ganar el partido con su movida de ajedrez, la que mantuvo en silencio hasta el final, más allá de la sugerencia de su dirigencia a la que sus jugadores respondieron indenticándose con la causa y también con el sentir de los hinchas. Aquí, Estudiantes ya arrancó 1 a 0 antes de jugar. Porque por enmpezar, al que no le dio la espalda, fue a su gente.
Luego, concluyó su obra maestra con su rendimiento en la cancha. Un equipo comprometido también desde lo futbolístico, que le cortó todos los caminos al juego de Central, que defendió con solidez, alma y espíritu y que lastimó cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, con un verdadero golazo de Cetré.
De no haber clasificado a cuartos, Estudiantes igual se hubiera ido del Clausura con dignidad y la frente en alto. Sin embargo, hizo de su partido en Rosario una tarde Gigante, que quedará guardará para siempre en la memoria del fútbol argentino. Un antes y un después, por su rebeldía ante el poder del sistema, que también reforzará su historia de grandeza.

