La decisión del Gobierno argentino de no acompañar el documento final de la Cumbre de Líderes del G20 en Johannesburgo derivó en un fuerte rechazo político, especialmente desde la Provincia de Buenos Aires. Mientras la administración nacional mantuvo su postura diferida del resto del foro, el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco, denunció que el país “cruzó el límite de la indignidad” al alinearse con Estados Unidos tanto en el G20 como en una votación reciente de la ONU.
Aunque la posición formal del Ejecutivo se explicó por diferencias en las consideraciones geopolíticas del texto y por la aprobación de una declaración sin respaldo unánime, el desarrollo de la cumbre dejó ver un trasfondo más amplio. La ausencia de Javier Milei, quien decidió no viajar a Sudáfrica en sintonía con la postura de Donald Trump, marcó desde el inicio el carácter inusual del encuentro. De hecho, esta edición del G20 quedó especialmente deslucida, con siete de los diecinueve jefes de Estado ausentes y una participación fragmentada en varios frentes.
Un quiebre diplomático inédito
El canciller Pablo Quirno encabezó la delegación argentina y fue la única voz disonante dentro del foro, dado que Estados Unidos no envió funcionarios a Johannesburgo. En su intervención ante el plenario, advirtió sobre “líneas rojas” que Argentina no estaba dispuesta a cruzar y remarcó la necesidad de un sistema internacional sustentado en reglas claras y disciplina fiscal. Su posición fue elogiada públicamente por Christopher Landau, vicesecretario de Estado estadounidense, quien celebró la defensa argentina de “principios que permiten la prosperidad y la dignidad humana”.
Esa sintonía con Washington se replicó también en otro escenario clave: la votación de una resolución de la ONU que condena la tortura. Argentina se pronunció en contra, acompañando a Estados Unidos e Israel, un hecho que encendió fuertes críticas internas. Desde Sudáfrica también hubo desconcierto: el portavoz del presidente Cyril Ramaphosa, Vincent Magwenya, afirmó que resultaba “sorprendente” que Argentina se retirara del consenso cuando su sherpa, Federico Pinedo, había participado de todas las instancias previas y cuando los demás países ya habían logrado un acuerdo.
El episodio escaló políticamente con el pronunciamiento del gobierno bonaerense. Carlos Bianco manifestó que en las últimas horas el Presidente “cruzó dos veces el límite de la indignidad en política exterior”, al romper por primera vez en la historia del G20 el consenso de líderes y al votar contra una resolución que condena la tortura. “Es una ignominia enorme que un país que sufrió la dictadura más sangrienta del Cono Sur vote de esta manera. Esta decisión va en contra de todos los tratados de derechos humanos de los que somos parte y de la memoria de nuestros 30.000 detenidos desaparecidos”, afirmó.
El ministro bonaerense fue más allá y acusó a la Casa Rosada de utilizar la política exterior “como prenda de cambio” en su vínculo con Estados Unidos. “Exigimos al gobierno nacional que cese de inmediato este rumbo”, indicó, marcando una de las críticas más duras que la administración de Axel Kicillof dirigió hasta ahora al Ejecutivo nacional.
La polémica dejó en evidencia un escenario diplomático inédito, con Argentina aislada en el G20, alineada abiertamente con la estrategia estadounidense y enfrentada a cuestionamientos internos que advierten sobre las implicancias institucionales de este giro en política exterior.

