Hay videos que no se pueden explicar con palabras. Escenas tan absurdas que parecen escritas por un guionista borracho. Pero no: suceden, ocurren, se graban y se viralizan. Uno de esos episodios tuvo lugar en las últimas horas en San Petersburgo, Rusia, y tiene todos los condimentos para convertirse en material de análisis psiquiátrico, social o simplemente humorístico.
Un joven en la puerta de un negocio tipo kiosco o almacén en busca de una lata de cerveza. No para comprarla, no. Para robarla. Hasta ahí, un hurto menor, una travesura. Pero quien se presume el dueño del local, el encargado o quizás un empleado muy consecuente con su patrón, no estaba de humor para hacerse el distraído.
Al ver que el chico no tenía intención de pagar por la lata, lo increpó ahí mismo en la calle. Lo confrontó de palabra y luego lo enfrentó. Le exigió que devolviera lo que no era suyo hasta a los golpes. Y ahí comenzó el delirio. Todo muy violento. Todo muy “ruso”.
Según muestran las imágenes proyectadas por la cadena RT (Russian Television) el intercambio de palabras duró poco. El joven respondió con un escupitajo. El comerciante, indignado, se lanzó encima. Y fue entonces cuando el ladrón reveló su as bajo la manga, o mejor dicho, bajo el pantalón: una pierna ortopédica. Con una rapidez que desafía la lógica, se quitó la prótesis y comenzó a blandirla como si fuera un garrote.
Lo que siguió fue una pelea callejera digna de un párrafo de Dostoievski reescrito por los hermanos Coen. Un hombre a los gritos, otro sin pierna, ambos girando en círculos, intentando golpear al otro, mientras transeúntes y testigos observaban atónitos. Algunos se reían. Otros intervinieron tímidamente. Solo un par se acercaron tal vez demasiado: en Rusia, uno nunca sabe cómo termina una escena así.
CONOCIENDO RUSIA
El episodio puede parecer risible, pero encierra, en su locura, una verdad inquietante sobre el carácter ruso. No es novedad que en muchas ciudades de ese país los conflictos cotidianos escalan con facilidad. Hay una cultura de la reacción violenta que puede detonarse por una mirada, una palabra o, como en este caso, una lata de cerveza.
Desde hace años circulan videos de peleas entre conductores, discusiones en la nieve que terminan en puñetazos, o trifulcas por un lugar en la fila del supermercado. Nadie da el brazo (ni la pierna) a torcer. Nadie se va sin devolver el golpe.
Quizás se trate de un legado cultural de décadas de supervivencia en un entorno duro, tanto climática como políticamente. Quizás simplemente se trate de una sociedad que no teme al contacto físico como forma de resolver disputas. Pero sea cual sea la explicación, lo cierto es que el joven con pierna ortopédica logró algo inesperado: devolvernos por unos minutos la mezcla perfecta entre patetismo, comedia y brutalidad que solo Rusia puede ofrecer.
No se sabe si fue detenido, ni si recuperó la prótesis ni si finalmente se tomó la cerveza. Pero lo que sí sabemos es que, si vas a pelear en Rusia, más vale que estés preparado para usar todo lo que tengas… incluso tu propia pierna, la natural o la adquirida.