Igna, un joven de San Isidro, se volvió inesperadamente protagonista de redes sociales. Su pecho luce un enorme tatuaje del rostro de Javier Milei, y su voz, con ese arrastre característico del Norte del GBA, transmite una confianza inquebrantable:
“Me tatué al mejor presidente de la historia argentina”.
Con una voz fruto de alguien que desayuna croissants con champán y habla con la seguridad de quien cree que ciertos barrios —ese San Isidro que se identifica como “AMBA”, lejos del conurbano al que en realidad pertenece— integran otro mundo.
La elección del tatuaje, más cercana a un estilo tumbero que a un retrato preciso, generó opiniones tan diversas como los usuarios que comentan: desde la admiración por su audacia hasta la incredulidad por el resultado.
Entre privilegios y lealtades
La vida de Igna, según él mismo cuenta, transcurre entre autos propios (Toyota Yaurius), vacaciones en Europa y Estados Unidos y brunches que muchos ni siquiera imaginarían que existen. Aun así, no duda en declarar su adhesión a Milei:
“Soy un pibe con ciertos privilegios, es verdad, que cambió su mentalidad. Esos ideales me los transmite Javier Milei“.
Al mismo tiempo, dispara contra el kirchnerismo con frases que parecen ensayadas:
“Dejaron el país en la mierda”.
Cada palabra, pronunciada con esa afectación tan característica de su “estirpe”, forma parte de un ritual de lealtad que incluye el tatuaje, símbolo de un fervor que no necesita más mediaciones que la tinta en la piel, pero que en su caso no condice con la condición que muestra de su “linaje”.
Viralidad y comentarios
El video que muestra el tatuaje provocó decenas de comentarios en redes. Algunos señalan su devoción casi teatral, otros no pueden evitar reírse de la combinación entre privilegio, afectación y calidad cuestionable del tatuaje:
“Nunca vi tanta seriedad por un dibujo que parece hecho con Parkinson“, escribió un usuario.
“Es un gesto único, un poco exagerado, pero refleja lo que siente“, agregó otro.
El efecto es inmediato: uno mira el video, ve compuesta la escena, y percibe el contraste entre su vida acomodada, su manera de hablar “cheta” y su tatuaje desprolijo. La viralidad no se explica solo por Milei, sino por el ritual completo de un pibe que decidió inmortalizar y resumir con precisión cierto perfil de adherentes a la política libertaria con tinta y teatralidad.