La muerte de Brigitte Bardot, ocurrida ayer, marcó el final de una de las figuras más icónicas del cine europeo del siglo XX pero además activó una de esas curiosidades culturales que parecen menores, pero dicen muchísimo sobre el paso del tiempo. Es que redujo a tres el número de personas que siguen vivas entre todas las nombradas en la canción We Didn’t Start the Fire, de Billy Joel.
Bardot aparece mencionada casi al pasar, mezclada con guerras, presidentes y mitos pop, en un verso que suena como una ráfaga histórica: “Bardot, Budapest, Alabama…”.
Pero su muerte convierte ese nombre en algo más que una referencia nostálgica, porque ahora lo transformó en una frontera temporal.
Una canción que nunca pensó en la vejez
Cuando Billy Joel lanzó We Didn’t Start the Fire en 1989, probablemente no buscó escribir únicamente un archivo ni un homenaje. Lo que estaba haciendo era una descarga generacional. La canción enumera, sin pausa ni explicación, hechos y personajes que marcaron el mundo desde su año de nacimiento (en 1949) hasta fines de los años 80.
Algo que en nuestro país siempre llamó la atención fue que incluyera en la lista, como ícono del siglo XX, a Juan Perón, quien ya hacía 15 años en ese momento que había fallecido.
La lógica es simple y potente. Lo que quiso significar Joel es que el mundo ya estaba en llamas cuando llegó y va a seguir estándolo después. Por eso en la letra conviven nombres tan dispares como “Harry Truman, Doris Day, Red China” o “Einstein, James Dean, Brooklyn’s got a winning team”. Todo entra, nada lo detuvo.
El detalle clave es que muchos de esos nombres son personas reales. Y cuando una canción congela personas reales, el tiempo empieza a pasar factura desde un lugar inesperado.
Bardot como frontera histórica
Brigitte Bardot era una referencia importante. Fue un símbolo global de cine, erotismo, libertad, escándalo y fama antes de la era de las redes. Que Billy Joel la nombre en una canción estadounidense es una muestra del alcance real de su figura tan originalmente europea.
Con su muerte, la canción pierde alguien más que una actriz viva, porque se fue uno de sus últimos vínculos directos con ese siglo XX glamoroso y reconocible. Otros nombres ya habían caído antes, desde “Marilyn Monroe” hasta “Elvis Presley”, pasando por líderes políticos, científicos y estrellas del espectáculo.
Desde ayer, el listado quedó reducido a apenas tres sobrevivientes. Un número que nadie quizás se plantee (salvo algún melómano algo nerd), pero que convierte a la canción en una especie de índice involuntario del paso del tiempo.
Tan así que la mención de “las vacunas” como método eficaz para salvar vidas, hoy tendría un significado diferente frente a la actual cultura negacionista y conspiranoide.

Cuando el pop se vuelve archivo
Hoy sobreviven Bob Dylan, Chubby Checker y Bernie Goetz. Tres figuras que no podrían ser más distintas entre sí, y eso es parte del encanto.
Dylan es el caso obvio porque sigue vivo el tipo que, para muchos, encarna la canción de protesta, la contracultura y la reinvención constante. Que él siga acá es casi coherente con su mito.
Chubby Checker, en cambio, marcó con el Twist bailes, generaciones y programas de televisión. Representa ese momento en que mover el cuerpo ya era un gesto cultural fuerte, casi subversivo. Que siga vivo es como una pequeña victoria del rock primitivo. Muchos creían que ya no estaba en este plano.
Bernie Goetz es el nombre raro, el “plot Twist”. El que no suena. El que obliga a googlear. No fue artista ni político, sino el símbolo de un miedo urbano muy específico de los 80 en Nueva York. Es famoso por haberle disparado a cuatro jóvenes en el subte de Nueva York en 1984, en un caso que desató un debate feroz sobre inseguridad, racismo y justicia por mano propia. Billy Joel lo menciona porque simbolizaba el clima social áspero de los 80.
Joel lo incluyó porque la canción no sólo habla de héroes, sino también de climas sociales, de paranoias colectivas, de épocas tensas. Que hoy sea uno de los tres sobrevivientes dice más sobre la canción que sobre él.
La letra los rodea de nombres que ya son historia pura: “JFK, blown away, what else do I have to say?”. Y ahí aparece lo fascinante: la canción no cambió, pero el mundo al que alude sí.
We Didn’t Start the Fire nació como comentario contemporáneo, casi periodístico. Pero el tiempo la convirtió en un museo sonoro, donde cada nombre es una vitrina… y donde las vitrinas se van cerrando.
Que hoy queden sólo tres personas vivas no es morboso: es una manera muy concreta de ver cómo pasa el tiempo, cómo cambian las generaciones y cómo la cultura popular puede funcionar como cápsula histórica sin proponérselo.
Para quien nunca la escuchó, la anécdota se entiende igual. Se trata de una obra cultural que capturó un momento lleno de nombres propios que ya no están. Y ayer, con la muerte de Brigitte Bardot, ese mundo se achicó un poco más.
No empezamos el fuego, decía Billy Joel. Pero el tiempo, sin hacer ruido, va apagando a quienes lo protagonizaron.


