Hoy es 28 de diciembre. El día oficialmente habilitado para mentir sin culpa. El día en que los medios publican noticias falsas “en joda”, las marcas anuncian lanzamientos imposibles y todos aceptamos, por un rato, que nos engañen. El detalle incómodo es que esta tradición nace, justamente, de lo que hoy llamaríamos una posible fake news fundacional.
Una masacre que solo aparece en un libro
El origen del Día de los Santos Inocentes está en un único relato: el Evangelio según San Mateo. Allí se cuenta que el rey Herodes el Grande, temiendo perder su poder ante el nacimiento de Jesús, ordenó asesinar a todos los niños varones menores de dos años en Belén.
Una historia brutal, perfecta para construir un villano absoluto y un salvador perseguido desde la cuna.
El problema es simple y contundente: solo Mateo cuenta esta historia. No aparece en Marcos, Lucas ni Juan. Y cuando se buscan fuentes históricas externas, el silencio es total. No hay documentos romanos, no hay crónicas administrativas, no hay registros contemporáneos que confirmen una matanza de niños en Belén.
El dato más incómodo es el de Flavio Josefo, historiador judío del siglo I. Josefo escribió extensamente sobre Herodes y detalló sin pudor sus crímenes. Fue un Rey déspota que mandó matar a su esposa, a varios de sus hijos, a opositores políticos y religiosos. Un tirano real, documentado y sanguinario. Pero sobre la matanza de bebés, no dice una sola palabra.
Herodes existió, la historia no está probada
Acá aparece una confusión clave que todavía persiste. Mucha gente razona así: si Herodes fue real y cruel, entonces la matanza pudo haber pasado. El problema es que la historia no funciona con “podría haber sido”, sino con evidencia verificable.
Que algo sea verosímil no lo vuelve verdadero. Ese salto lógico es emocional, no científico. En términos actuales, el episodio tiene todas las características de una fake news antigua: una sola fuente interesada, ningún respaldo independiente y un enorme impacto simbólico.
Eso no significa necesariamente que el autor haya “mentido”. Los evangelios no fueron escritos como crónicas periodísticas ni como reconstrucciones históricas modernas.
Son textos teológicos, pensados para transmitir un mensaje de fe. En este caso, Mateo construye un paralelismo claro: Jesús como un nuevo Moisés, salvado de un tirano que mata niños.
Cómo una ‘fake’ religiosa se volvió historia oficial
Durante siglos, en sociedades de tradición católica, los evangelios no se enseñaron como relatos simbólicos, sino como historia literal. La Iglesia fue la principal autoridad educativa y cultural. No había “fact-checking“, no había contraste de fuentes, no había lectura crítica del texto sagrado.
El relato se institucionalizó: entró en el calendario litúrgico, se convirtió en misa, en arte, en iconografía, en canciones, en nombres de santos. Así, una historia no comprobada pasó a ser indiscutidamente “lo que pasó”. No por evidencia, sino por repetición.
Cuestionar ese relato no era pensamiento crítico: era herejía (quizás para algunos hasta este artículo lo siga siendo). Y cuando una sociedad no está habilitada a dudar, la narrativa se solidifica como verdad indiscutida.
El 28 de diciembre y el juego eterno de la “fake news”
Con el paso del tiempo, esta conmemoración religiosa se mezcló con fiestas populares medievales como la Fiesta de los Locos (Festum Fatuorum), donde se invertían los roles, se parodiaba el poder y se habilitaba el engaño. De ahí nace la tradición actual: el 28 de diciembre como el día de la “mentira permitida”.
Hoy los medios hacen fake news conscientes. Noticias falsas señalizadas, hechas “en joda”. El público desconfía, sospecha, mira la fecha. El engaño es parte del juego.
Pero el origen del día está ligado a una muy verosimil fake mucho más profunda: una historia probablemente simbólica que fue tomada como literal durante siglos, sin aclaración, sin desmentida, sin la frase “que la inocencia te valga” al final.
Ahí está el juego dual, porque hoy nos reímos de las mentiras sabiendo que lo son, pero el día existe porque una mentira (o, al menos, un relato no comprobado) fue tomada como verdad absoluta durante generaciones que llegan hasta el presente.
Tal vez por eso el Día de los Inocentes sigue funcionando. Porque no habla solo de bromas. Habla de algo más incómodo: lo fácil que es creer una historia cuando viene envuelta en autoridad. Ayer fue la religión. Hoy puede ser un medio, una marca o una cuenta verificada. Cambian los formatos, no el mecanismo.
Y así, cada 28 de diciembre, repetimos el ritual sin pensarlo demasiado. Nos reímos del engaño ajeno, pero rara vez miramos el engaño original. Quizás el chiste más largo de la historia no sea la broma de hoy, sino haber convertido una posible fake news religiosa en una verdad incuestionable durante siglos… y recién ahora empezar a sospechar. ¿Alguien sabe el número de víctimas, o al menos el nombre, nacionalidad, ubicación, modo de asesinato, etc, de mínimamente uno de los niños masacrados por Herodes?.

