Un tuit de una docente, que bromeando amenazó con renunciar, después de la sorpresa al ver que sus alumnos no conocían ni al Martín Fierro (creían que era “un premio”), ni tampoco sabían que significaba el término “gaucho”, reavivó un viejo debate: ¿siguen siendo relevantes los contenidos tradicionales en la educación argentina?
La discusión oscila entre quienes creen que el sistema educativo debería actualizarse para conectar con la realidad de los jóvenes, y quienes defienden la enseñanza de las tradiciones como base de la identidad nacional.
El desfase entre los contenidos y la realidad juvenil
La anécdota del tuit refleja un problema que no es nuevo: el desfase entre la educación formal y el mundo en el que viven los alumnos. No es que los jóvenes de hoy sean menos inteligentes o más ignorantes que los de otras épocas, sino que su contexto cambió drásticamente.
Un adolescente urbano del siglo XXI difícilmente tiene contacto con la vida rural, y el gaucho como figura histórica le resulta tan ajeno como un samurái o un vikingo.
Además, la barrera lingüística es real. El español de Martín Fierro tiene más de 150 años, con estructuras, palabras y giros que hoy parecen crípticos. El simple hecho de que algunas ediciones del libro vengan con diccionario incorporado deja en claro la dificultad de su comprensión.
Como mencionó un usuario en la discusión generada en redes: “El Martín Fierro es un embole y no se entiende nada el vocabulario”. Si un estudiante debe hacer un esfuerzo excesivo solo para descifrar las palabras antes de siquiera llegar a interpretar la obra, el incentivo para leerlo se reduce drásticamente.
Frente a esto, muchos plantean que la educación debe ser más flexible y permitir la incorporación de otros textos más cercanos a la realidad juvenil.
No se trata de reemplazar el Martín Fierro por historietas o TikToks, sino de encontrar literatura que genere identificación y fomente el placer por la lectura en lugar de la aversión, aseguran.
La identidad nacional y el temor a la pérdida de valores
Por otro lado, están quienes defienden la enseñanza de Martín Fierro y otras obras clásicas como una parte fundamental de la argentinidad.
La literatura es más que entretenimiento; es una forma de transmisión de valores, historia e identidad. En este sentido, abandonar la enseñanza del Martín Fierro por considerarlo irrelevante sería un paso hacia la disolución de la cultura nacional en favor de un modelo globalizado donde solo sobreviven los contenidos masivos de moda.
Como mencionaba un docente en la discusión en X: “Es una lectura irrenunciable. No todo es diversión. Hay que poner voluntad”. Este argumento sostiene que la educación no debe ser únicamente atractiva o entretenida, sino que también implica un esfuerzo, una disciplina y una formación en el pensamiento crítico.
No se trata, entonces, solo de lo que le resulta fácil o interesante a los alumnos, sino de darles herramientas para comprender la cultura en la que están insertos.
¿Un punto medio?
Tal vez la clave no esté en un enfoque radical, sino en encontrar un equilibrio. ¿Por qué no acompañar la enseñanza de Martín Fierro con textos actuales que reflejen problemáticas contemporáneas? ¿Por qué no contextualizar mejor la obra para que los estudiantes la entiendan desde su perspectiva en lugar de imponerla como un dogma?
El problema no es solo el contenido, sino la forma en que se enseña. Como relataba otro usuario en la discusión, la clave para generar interés en la lectura es encontrar conexiones con los intereses de los estudiantes.
Si se trabaja Martín Fierro como un texto arqueológico y ajeno, la desconexión es inevitable. Pero si se presenta como un reflejo de ciertas tensiones y conflictos que aún persisten—desigualdad, exclusión, identidad—puede ser más fácil encontrarle sentido.
La educación debe evolucionar, pero también debe conservar su esencia. No se trata de desechar el pasado, sino de hacerlo dialogar con el presente. Si se logra eso, tal vez ningún docente vuelva a sentirse tan frustrado como para fantasear con renunciar por un simple “¿Qué es un gaucho?”.