En distintos puntos de Estados Unidos, la fauna silvestre enfrenta amenazas tan extrañas como inquietantes. Por un lado, una enfermedad incurable que transforma el comportamiento de los ciervos y erosiona lentamente su sistema nervioso, conocida popularmente como “enfermedad del ciervo zombi”. Por otro, un virus que provoca crecimientos oscuros y alargados en la cabeza y rostro de los conejos, dándoles un aspecto casi de criatura fantástica. Lo que parecen escenas de una película de ciencia ficción es, en realidad, un problema de salud animal que preocupa a científicos y autoridades.
Se trata de dos amenazas muy distintas —una enfermedad neurológica incurable y un virus que deforma físicamente a sus víctimas— están afectando a especies icónicas de la fauna estadounidense.
Más allá de lo llamativo de sus apodos y de lo impactante de las imágenes, para los científicos se trata de un recordatorio de que los ecosistemas son frágiles, y que las enfermedades que hoy afectan a la vida silvestre pueden tener repercusiones mucho más amplias en el futuro.
“Ciervos zombis” en Virginia
La “enfermedad del ciervo zombi”, cuyo nombre técnico es enfermedad crónica debilitante (CWD por sus siglas en inglés), se detectó por primera vez dentro de un parque administrado por el Servicio de Parques Nacionales en marzo de 2025. El hallazgo ocurrió en el Parque Nacional del Campo de Batalla de Manassas, en Virginia, durante un control sanitario rutinario. El animal afectado, un ciervo de cola blanca, fue sacrificado y no se hallaron otros casos en el lugar. Sin embargo, la presencia previa de la enfermedad en otros tres parques cercanos y su expansión por 36 estados de EE.UU., así como en Canadá, Escandinavia y Corea del Sur, revela que el problema es mucho más amplio.
Los síntomas son progresivos y fatales: pérdida de peso, salivación excesiva, cambios de comportamiento como perder el miedo a los humanos y desorientación. El diagnóstico solo se puede confirmar con pruebas de laboratorio post mortem, y no existe vacuna ni tratamiento. El agente responsable es un prión, una proteína deformada que se transmite entre animales por contacto o a través de ambientes contaminados. Fluidos como saliva, orina o heces pueden contenerlo, y este permanece activo en el suelo durante años, incluso resistiendo métodos de limpieza.
Aunque no se han registrado casos en humanos, un panel de 67 expertos en enfermedades zoonóticas advirtió en enero de 2025 que, si el salto de especie llegara a ocurrir, podría provocar una crisis sanitaria global. El riesgo es mayor en los estados donde la caza y el consumo de carne de cérvidos son habituales. El CDC estima que el 20% de los estadounidenses ha cazado ciervos o alces y más del 60% ha comido su carne, lo que eleva el potencial de exposición.
En lo ambiental, la enfermedad amenaza con reducir drásticamente las poblaciones de ciervos, ya que puede superar la tasa reproductiva natural de la especie. Las autoridades recomiendan no consumir carne de animales de zonas afectadas sin análisis previos y evitar prácticas como la alimentación artificial, que concentra a muchos ejemplares en un mismo punto y acelera la propagación. Algunos científicos sugieren que el restablecimiento de depredadores naturales como lobos y pumas podría ayudar a frenar la enfermedad al eliminar animales enfermos antes de que sigan contagiando.
Conejos con verrugas monstruosas
En Fort Collins, Colorado, un fenómeno distinto ha captado la atención: conejos con crecimientos negros y duros que salen de la cabeza o el rostro, a veces cerca de la boca o los ojos. Para quienes los han visto, parecen cuernos, púas o incluso tentáculos. El responsable es el virus del papiloma del conejo de cola de algodón, que provoca verrugas que pueden adquirir formas alargadas y extrañas.
La transmisión ocurre sobre todo en verano, cuando insectos como pulgas y garrapatas pican a los animales y actúan como vectores. También puede contagiarse por contacto directo, aunque es menos común. Los conejos domésticos que viven al aire libre no están exentos y, de hecho, la enfermedad suele ser más grave en ellos.
A pesar de lo impactante de su aspecto, el virus no es transmisible a humanos, perros u otras especies. La mayoría de las veces las protuberancias no causan dolor, pero si crecen cerca de los ojos o la boca pueden impedir la visión o dificultar la alimentación. En algunos casos evolucionan a carcinomas de células escamosas, un cáncer de piel potencialmente mortal.
El fenómeno no es nuevo: hay registros científicos de conejos con protuberancias córneas desde hace siglos. Estas apariciones alimentaron el mito del “jackalope”, una criatura del folclore estadounidense descrita como un conejo con astas de antílope.
Las autoridades de Colorado recomiendan no intentar manipular a los animales infectados y mantener distancia, tanto por el bienestar del conejo como para evitar la propagación de la enfermedad entre ejemplares sanos.