Mientras El Marginal lanza su segunda temporada manteniendo intacta la popularidad que alcanzó desde sus comienzos, una organización que trabaja en cárceles cuestiona el tratamiento que hace la serie sobre la vida en contexto de encierro.
“Entendemos que es una ficción, que debe vender y mostrar cosas que la gente le gusta ver”, sostuvo“Lupo” Magallanes, in tegrante de Atrapamuros y ex detenido, y remarcó que “construyen delincuentes” para justificar más tarde la violencia que ejerce el Estado a través del Servicio Penitenciario.
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“La gente no es esa caricatura que hacen de las personas”, dijo durante su paso por “No te des vuelta” el joven nacido en Tres de Febrero que permaneció 12 años preso en 19 cárceles. “Muestran a una persona violenta, asesina, incurable, como si fuera una enfermedad ”, cuestionó.
La intención del colectivo que trabaja en la educación y organización dentro de los penales es reflejar “la otra parte” que se vive dentro de la cárcel. “Existe la solidaridad, el compañerismo”, expresó Lupo, y lo ilustró desde su experiencia personal: “Yo me acerqué al estudio a través de una persona que está caratulada como uno de los presos más peligrosos de Argentina”.
Por su parte, Mariel Reichenbach, también integrante del colectivo y estudiante de Sociología, recalcó que si bien “tiene algunos elementos interesantes que vale la pena rescatar”, la serie protagonizada por Nicolás Furtado muestra enfrentamientos entre bandas “como si hubiese un estado de anarquía total”, cuando en verdad “la violencia en esos contextos no es azarosa, sino que está íntimamente relacionada al sistema de reglas que dispone el Servicio Penitenciario”.
“Se espectaculariza una visión de las cárceles, los barrios y las villas, que es la violencia, la imagen del pobre sin dientes ni eses, cuando lo que vemos es que aún en este contexto de extrema violencia los pibes y las pibas se organizan, se solidarizan, distribuyen las pocas herramientas que tienen”, sostuvo.
Destino marcado
“La cárcel no queda en esas cuatro paredes, sino que es parte de la experiencia cotidiana de un montón de familias de sectores populares que se encontraron con lo más cruento del Estado: la ausencia y la criminalización constante”, reflexionó Lupo.
“Yo no conocí la cárcel el día que caí preso: mi viejo, mi abuelo, mis primos, mis amigos –los que no murieron- también estuvieron en cana”, contó y aseveró: “Así como está, no sirve para nada más que encerrar a los pobres y dejarlos tirados en el olvido”.
El ex detenido, quien realiza actividades educativas dentro de institutos de menores, se refirió también al contexto de marginación que rodea los más jóvenes: “Los chicos saben que van a ir a la cárcel porque no existe nada que pueda contenerlos y me preguntan: ‘¿Cómo es la cárcel de grandes a la que voy a ir yo?’. No se les permite ver un horizonte”.
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