El Fondo Monetario Internacional volvió a encender una señal de alerta sobre el programa económico del gobierno argentino. Aunque reconoció avances en la reducción del déficit fiscal y el control de la emisión monetaria, la falta de acumulación de reservas en el Banco Central se convirtió en el principal obstáculo para destrabar el esperado desembolso de 2.000 millones de dólares. “Aún no tengo una fecha para la reunión del Directorio”, aseguró la vocera del organismo, Julie Kozack, dejando en claro que las dudas persisten.
El equipo económico encabezado por Luis Caputo no logró convencer al personal técnico del FMI durante la visita de la misión que estuvo en Buenos Aires entre el 24 y el 27 de junio. La revisión del acuerdo firmado en abril continúa abierta, y hasta ahora no hay acuerdo a nivel de staff. En paralelo, una delegación argentina sigue negociando en Washington, lo que deja en evidencia que las explicaciones locales sobre la falta de divisas no resultaron satisfactorias.
“Primero, las conversaciones entre el equipo y las autoridades deberán concluir y se deberá alcanzar un acuerdo a nivel de personal. Una vez que esto suceda, presentaremos la documentación a nuestra junta directiva”, explicó Kozack en una conferencia de prensa este jueves. A pesar de los esfuerzos del Gobierno por maquillar los números, el FMI se muestra reticente a liberar los fondos sin mayores garantías de sostenibilidad.
Uno de los puntos más críticos es el nuevo esquema cambiario post-cepo. Aunque desde el Gobierno se insiste en que hay libertad para operar, la estabilidad del tipo de cambio responde más a la intervención oficial que a una verdadera flotación. “Hay un reconocimiento compartido de la necesidad de continuar construyendo reservas contra riesgos externos”, advirtió Kozack, evidenciando que el colchón de dólares sigue siendo insuficiente.
Desde el oficialismo se multiplicaron los incentivos para que los ahorristas blanqueen sus “dólares colchón”, incluyendo facilidades impositivas y legales. Sin embargo, en la práctica, buena parte de esos fondos fueron destinados al pago de alquileres, tarifas o subsistencia cotidiana. Aquellos que aún conservan dólares prefieren gastarlos en el exterior, donde siguen percibiendo un tipo de cambio más favorable que en Argentina.
Kozack también evitó referirse al reciente informe negativo de JP Morgan (que recomendó desprenderse de deuda argentina) o al fracaso del país en obtener la categoría de “mercado emergente” según el MSCI. Ambas señales inquietan a los inversores globales. La vocera del Fondo se limitó a señalar que “Argentina regresó a los mercados internacionales”, en referencia a los BONTE colocados en pesos pero suscriptos en dólares. Esa maniobra busca atraer divisas, aunque no reemplaza una verdadera recomposición de reservas genuinas.
En resumen, el FMI parece dispuesto a continuar el diálogo, pero con una desconfianza creciente sobre la viabilidad del rumbo que propone Javier Milei. Sin respaldo externo y con los dólares que no aparecen, el plan de ajuste enfrenta cada vez más límites dentro y fuera del país.