La figura de Papá Noel parece tan instalada en la Navidad argentina que cuesta imaginar que su historia sea el resultado de siglos de mezclas culturales, viajes transatlánticos y reinterpretaciones bastante recientes.
Sin embargo, lejos de haber nacido en el Polo Norte, el personaje que hoy trae regalos en la Nochebuena tiene un origen complejo que combina religión, mitología y cultura popular, y que recién en el siglo XX terminó de afianzarse en nuestro país.
Un santo y varios mitos
Las raíces más antiguas del personaje se remontan a San Nicolás de Bari, un obispo cristiano del siglo IV, nacido en la actual Turquía, cuya fama se construyó a partir de relatos sobre su generosidad.
Según las leyendas, repartía su fortuna entre los pobres y ayudaba en secreto a familias necesitadas, dejando dinero escondido para evitar desgracias mayores. Con el paso del tiempo, su figura quedó asociada a los regalos y a la protección de los niños.
En paralelo, en el norte de Europa sobrevivieron tradiciones paganas que también influyeron en el mito. Dioses como Odín, representado como un anciano barbudo que volaba por el cielo durante el invierno y premiaba o castigaba comportamientos, fueron resignificados tras la cristianización y terminaron aportando elementos clave a la iconografía navideña.
Nueva York crea al personaje
La versión moderna de Santa Claus tomó forma definitivamente en Nueva York (antes Nueva Ámsterdam). Allí confluyeron las tradiciones europeas llevadas por inmigrantes de Países Bajos o neerlandeses, que celebraban a Sinterklaas, con costumbres británicas como la figura de Father Christmas.
La deformación fonética del nombre neerlandés dio origen al “Santa Claus”, que comenzó a aparecer en la literatura y el arte estadounidense a comienzos del siglo XIX.
El poema de Clement Clarke Moore de 1823 y las ilustraciones de Thomas Nast desde 1863 terminaron de fijar su imagen: un hombre mayor, barbudo, bonachón y viajando en trineo. Más tarde, la publicidad de la famosa gaseosa Coca Cola del siglo XX consolidó el traje rojo y blanco, aunque esos colores ya formaban parte de la tradición previa.
El salto a Sudamérica
La llegada de Papá Noel a Sudamérica no tuvo una fecha exacta. Fue un proceso gradual ligado a la expansión cultural europea traída por la inmigración y, sobre todo, a la influencia estadounidense.
Aquí en Argentina, la figura comenzó a instalarse con fuerza a lo largo del siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el cine, la televisión y la publicidad reforzaron el modelo de Navidad centrado en la Nochebuena y los regalos.
Desde las décadas de 1950 y 1960, Papá Noel dejó de ser un personaje lejano para convertirse en parte del ritual familiar. Aparecieron las cartas, los árboles decorados, las fotos en shoppings y la espera hasta la medianoche del 24 de diciembre pasaron a integrar el imaginario navideño local, incluso conviviendo (y en muchos casos desplazando) tradiciones como la de los Reyes Magos.
Una Navidad bien argentina
En la Argentina, Papá Noel fue adoptado sin mayores conflictos, a pesar de que su estética remite al invierno del hemisferio norte, y aquí la Navidad se celebra en pleno verano.
El personaje se resignificó bajo costumbres propias: cenas largas, calor, fuegos artificiales y reuniones familiares que se extienden hasta la madrugada.
El particular nombre chileno
En otros países de la región, la adaptación tomó caminos particulares. En Chile, por ejemplo, Papá Noel es conocido como el Viejo Pascuero.
El nombre proviene del uso histórico de la palabra “Pascua” para referirse a la Navidad, una herencia del calendario cristiano colonial en donde significa “Paso” y tiene tres momentos del año litúrgico: Pascua de Navidad, de Resurrección y de Pentecostés.
Lejos de ser despectivo, el término “Viejo” en el país trasandino tiene un tono afectuoso y familiar. Con el tiempo, el “Viejo Pascuero” adoptó la misma imagen global de Santa Claus, pero conservó esa denominación propia que le da la impronta de una identidad navideña local, bastante graciosa para el resto de Iberoamérica.

Así, entre santos, mitos nórdicos, literatura neoyorquina y cultura de masas, Papá Noel terminó convirtiéndose en un símbolo central de la Navidad también en Argentina.
De que es un personaje importado, no hay dudas, pero de que ya está completamente compenetrado e incorporado al paisaje emocional de cada diciembre, tampoco.

