La escena duró menos de un minuto, pero bastó para poner incómoda a Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad y candidata a senadora por La Libertad Avanza en la Ciudad de Buenos Aires.
Durante una recorrida de campaña, una mujer se le acercó con una sonrisa y un celular en la mano, pidiéndole un breve videíto “tipo selfie”, como suelen hacer los seguidores con los políticos en la calle. Sin embargo, el registro terminó convirtiéndose en un escrache unipersonal y silencioso, sin insultos ni empujones, pero cargado de memoria y acusación.
COMO QUIEN NO QUIERE LA COSA
La mujer comenzó amable, como quien va a saludar a una figura pública. Pero apenas Bullrich aceptó grabar, soltó su frase con claridad:
—“Y yo, al contrario de mi papá, quiero decirle que la vamos a recordar siempre como la asesina de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel”
La ministra, visiblemente tensa, apenas alcanzó a decir “por favor” antes de que la interlocutora siguiera:
—“Yo no miento. Yo no soy la que miente, es la justicia la que le da la razón.”
El tono no fue agresivo, ni hubo gritos. Solo un reproche directo, pronunciado frente a cámara. Pero cuando la mujer agregó que “aunque los mate a todos, mañana los jubilados también la vamos a recordar”, Bullrich perdió la calma.
—“No mientas más, flaca, no mientas más. Santiago Maldonado se ahogó”, respondió la ministra, subiendo la voz.
La mujer retrucó:
—“Ocho veces lo buscaron en el río, en el mismo río donde usted lo encontró.”
Bullrich, ya desencajada, cerró con un seco: “¡Cómo inventan! Son mentirosos.”
VIEJAS HERIDAS, NUEVAS CÁMARAS
El video se viralizó rápidamente en redes sociales, donde algunos subrayaron la “astucia” de la mujer para lograr el breve pero contundente enfrentamiento. No hubo golpes, ni insultos, ni carteles. Solo una emboscada verbal que dejó a la ministra expuesta en su propio terreno: el contacto directo con la gente.
El episodio reavivó las heridas políticas y sociales que siguen abiertas desde 2017, cuando la desaparición y posterior muerte de Santiago Maldonado durante una represión de Gendarmería —entonces bajo la órbita del Ministerio de Seguridad de Bullrich— marcó un punto de quiebre en la gestión macrista.
Lo mismo ocurrió con el caso de Rafael Nahuel, el joven mapuche asesinado por un disparo de Prefectura en Villa Mascardi ese mismo año.
Años después, y ya aliada al proyecto libertario de Javier Milei, Bullrich enfrenta un electorado que no olvida esos episodios.
Su estrategia de “mano dura” sigue generando apoyos entre sectores conservadores, pero también resistencias firmes en quienes asocian su nombre a la represión y al encubrimiento.
El escrache de este martes no necesitó pancartas ni cánticos para tener efecto. Fue una escena breve, casi doméstica, pero con una carga simbólica enorme: la memoria enfrentando cara a cara al poder, disfrazada de selfie.