En una era de incertidumbre económica y social, la paciencia de un pueblo puede ser su mayor virtud o su talón de Aquiles. Después de la cadena nacional de la noche del lunes, el vocero presidencial Manuel Adorni, conocido por su estilo bravucón, encendió las redes con un tweet que dice: “La era del supuesto ‘ Estado presente‘ ha terminado. Fin”.
Este comentario, lejos de pasar desapercibido, generó un torbellino de respuestas de ciudadanos que no tardaron en señalar la ironía de sus palabras.
LA PROVOCACIÓN COMO DEPORTE
El contexto de este tweet es crucial.
Viene a posteriori de un discurso que despertaba expectativas en la previa, pero acabó siendo 100% insípido del presidente Javier Milei, y en un momento crucial donde el propio vocero Manuel Adorni acaba de recibir un ascenso que permitió un sustancial aumento de sueldo, alcanzando casi los 5 millones de pesos al mes.
La reacción pública no se hizo esperar, con comentarios que apuntan a que si el “Estado presente” ha terminado, entonces los salarios exorbitantes de ciertos funcionarios también deberían cesar.
Un usuario en las redes expresó: “La era del vocero provocador llegará a su FIN, seguramente antes de lo que se piensa“.
Otro agregó: “Cobrando 5 Millones por mes es fácil salir a decir fin del Estado Presente. Porque no necesitas una caja de alimentos, porque te podes pagar una prepaga, porque seguro tenes chófer y no necesitas viajar en transporte público. Con tantos privilegios es fácil hablar del fin del Estado“. Y no faltó quien lo llamara “el ñoqui más grande del mundo“, cuestionando la disparidad entre su salario y su contribución real al trabajo estatal.
MANUEL ADORNI JUEGA CON FUEGO
Estas respuestas reflejan un sentimiento de frustración que va más allá de la política; es un reflejo de la realidad de muchos argentinos que luchan día a día para llegar a fin de mes.
La provocación desde esferas gubernamentales no es nueva, pero en tiempos de crisis, las palabras pueden resonar con mayor fuerza y tener consecuencias imprevistas.
La pregunta que surge es: ¿hasta cuándo tolerarán los argentinos esta era de provocación?
La respuesta no es sencilla. Dependerá de la capacidad del gobierno para conectar con las necesidades reales de la población y de la voluntad de los ciudadanos para exigir cambios significativos y no comportarse como dóciles ovejas indefensas.
Lo que es claro es que la era de la provocación no puede ser sostenible cuando la brecha entre los que gobiernan y los gobernados se hace cada vez más grande.
La era de la provocación debe terminar no solo en palabras, sino en acciones concretas que demuestren un compromiso real de la población. Solo así se podrá restaurar la confianza en ese “Estado presente” que este gobierno se jacta de aniquilar. Más temprano que tarde los gobiernos provocadores que no trabajan para el bienestar del pueblo y lo hacen solo para unos pocos, finalizan como un boxeador mal herido pidiendo la escupidera para esputar la sangre de su boca.



