“Hemos llegado a un nuevo acuerdo con el FMI”, dijo el ministro Luis Caputo este 11 de abril de 2025… Y una ráfaga helada recorrió el espinazo de la historia económica argentina, como si alguien hubiese apretado “repeat” en el playlist del colapso.
La escena, aunque maquillada de power point y optimismo ministerial, no sorprendió a nadie. O sí, tal vez si viviera lo hubiera shockeado al mismísimo Albert Einstein que, desde alguna dimensión paralela, se agarró la cabeza ante la confirmación empírica de su famosa frase: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados distintos”.
El anuncio fue claro: acuerdo nuevo con el Fondo Monetario Internacional por USD 20.000 millones, de los cuales USD 15.000 millones serán de “libre disponibilidad” —ese eufemismo tan elegante para decir “se pueden gastar como quieran (hasta que no se pueda más)”.
Además, “recapitalización del Banco Central”, “liberación del cepo” y, por supuesto, “flotación del dólar entre bandas”, ahora ubicadas entre $1.000 y $1.400. ¿Les suena? Claro que sí. Ya lo vivimos…
Bienvenidos al 27 de septiembre de 2018
Ese día, el diario Clarín titulaba que “el FMI adelanta US$ 18.800 millones a Macri y el dólar flotará entre bandas”. Dujovne, por entonces el ministro, posaba con Christine Lagarde en un gesto de salvación histórica.
Se hablaba de “déficit cero”, “no emisión”, “sólo se podrá intervenir cuando se perforen los valores de la banda”. Todo sonaba tan técnico, tan sólido, tan… familiar.
Luis Caputo, en ese entonces, no estaba en un rincón: había sido nada menos que el presidente del BCRA que precedio a este colapso, y al que a pedido del FMI eyectaron 2 días antes.
Había durado apenas unos días en el cargo, después llegó el anuncio de las bandas flotantes que ahora se sacó el gusto de anunciar él mismo.
Pero hace 7 años el dólar, lejos de obedecer los límites propuestos, se fugó por la tangente. De los $34 prometidos como piso, un año más tarde trepó a los $60 al final del gobierno de Macri. Y no por nostalgia numérica, sino porque los mercados, como los gatos, no se dejan atar con moños.
2025: el regreso de Luis XV (Caputo)
Ahora, Caputo vuelve al ring, mismo traje, mismo tono, misma receta. Como si en vez de política económica se tratara de un revival nostálgico de los ‘grandes éxitos del fracaso’.
La diferencia es que esta vez las cifras están actualizadas por desgaste: de US$ 57.000 millones en 2018, pasamos a US$ 20.000 millones “mínimo” —una rebaja digna de outlet, pero con el mismo final esperado.
Y las bandas, oh sí, las bandas… Ya no son de $34 a $44. Ahora, entre $1.000 y $1.400. Con intervenciones si se pasa del límite, con compras si baja del piso. Igualito que antes. Todo tan prolijito, tan ordenado, tan exactamente igual al desastre anterior.
El loop infinito de la política económica argentina
Uno ve estos anuncios y no puede evitar pensar que está atrapado en una escena de Día de la marmota. Solo que, en vez de Bill Murray, el protagonista es Caputo, y en lugar de una comedia, esto es una tragedia nacional repetida hasta el hartazgo. Hechizo de tiempo argento.
¿Puede tener un final distinto? Solo si uno cree en milagros, unicornios o que la inflación baja porque uno reza fuerte antes de dormir.
Pero la historia argentina tiene memoria, y no es precisamente selectiva. El acuerdo de 2018 terminó con la derrota de Cambiemos en 2019, un Banco Central con reservas negativas y un pueblo exhausto.
Hoy, 2025, es el mismo tablero, mismas piezas, mismas reglas. La diferencia es que ahora la partida arranca con las cartas marcadas.
“Veo al futuro repetir el pasado”, cantaban los de la Bersuit. Y hoy más que nunca, la economía argentina parece un loop diseñado por un guionista sádico.
Usted está aquí. De nuevo.