Mientras el presidente Javier Milei insiste en mostrar señales de éxito y orden, la economía cotidiana cuenta otra historia: la de un país que se sostiene a crédito. Como el propio Gobierno, que depende de préstamos y apoyos externos, millones de hogares sobreviven endeudándose. La morosidad de los créditos al consumo alcanzó su nivel más alto en 16 años, y la cantidad de personas con deudas superiores a los 200.000 pesos volvió a marcar un récord bajo su gestión. Lo más preocupante: los datos son previos al torniquete monetario aplicado en agosto.
De acuerdo con el último Informe sobre Bancos del Banco Central, la morosidad total del crédito al sector privado llegó al 3,2% en julio. Pero el detalle es elocuente: mientras en las empresas fue del 1,2%, entre las familias trepó al 5,6%, un salto de 0,4 puntos porcentuales en apenas un mes. La consultora LCG advirtió que se trata de “niveles similares a los registrados durante la pandemia”.
Según un relevamiento basado en datos oficiales, se trata del índice más alto desde 2009, cuando la crisis internacional golpeaba a la economía local. Al asumir Milei, la morosidad rondaba el 2,5%; desde entonces, no dejó de subir.
Otro indicador que refleja la fragilidad del modelo es la cantidad de personas con deudas mayores a 200.000 pesos (a precios actuales), que alcanzó un récord de 12,6 millones en junio, según el BCRA. Son 100.000 más que en el mes anterior y ya suman diez meses consecutivos de alza. Aunque el endeudamiento promedio por persona se mantiene estable, su peso sobre el salario crece, confirmando que el ajuste no baja la inflación, pero sí la capacidad de pago.
Tarjeta o hambre
El endeudamiento no se explica solo por el consumo suntuario, sino por la necesidad. Un informe del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina, dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, reveló que casi la mitad de los argentinos usa la tarjeta de crédito para comprar alimentos y productos básicos.
En diciembre de 2023, el 39% de las compras en supermercados se realizaban con crédito. En mayo de 2025, esa cifra saltó al 46%. En paralelo, el uso del débito cayó del 34% al 27% y el efectivo del 20% al 16%. En otras palabras, el supermercado se financia a 30 días, y la comida se paga en cuotas.
El costo del “torniquete”
La política de Javier Milei y su ministro Luis Caputo de secar la plaza de pesos para frenar la inflación tiene un costo directo: el endeudamiento privado se dispara mientras el crédito productivo se desploma. En julio (último dato disponible antes del nuevo ajuste de agosto), las tasas de interés ya rozaban el 50% en plazos fijos, y las del Tesoro superaban el 75% efectiva anual.
La duplicación de los encajes bancarios, que treparon al 53% (el nivel más alto en 32 años), paralizó aún más el crédito y estranguló el consumo. Con precios que habrían vuelto a subir por encima del 2% mensual en septiembre, el panorama se vuelve asfixiante.
La recesión que anticipan los analistas privados para el segundo semestre deja poco margen para el optimismo. El sueño libertario del “shock de confianza” se desvanece frente a la realidad de una clase media que paga el súper en cuotas, estira los plazos de las tarjetas y acumula deudas que no puede saldar.
Al igual que el Estado que encabeza, los argentinos se acostumbran a vivir endeudados. Milei gobierna como muchos de sus votantes sobreviven: a crédito, con fe en un futuro que no termina de llegar.