El fiscal federal Ramiro González logró lo impensado: condensar en una fiesta de cumpleaños los vicios más notorios del Poder Judicial. En su último programa “Odisea Argentina”, el periodista Carlos Pagni describió con lujo de detalles un evento que no solo expone las cuestionables prioridades de algunos miembros de la justicia, sino que también deja en evidencia una “desconexión” con la realidad económica y social que atraviesa el país.
La celebración, que tuvo lugar en un salón exclusivo de la costanera porteña para 240 invitados, contó con la presencia de figuras destacadas del entramado judicial y político, incluyendo jueces federales y operadores judiciales.
Entre ellos, la omnipresente jueza María Servini de Cubría, el juez de la Corte Ricardo Lorenzetti y hasta el “binguero” Daniel Angelici.
Sin embargo, el epicentro del bochorno fue un video producido por el propio González, en el que se muestra a sus 60 años recién cumplidos disfrutando de un espectáculo privado de Cristian Castro, en un derroche de lujo que contrasta obscenamente con la realidad de millones de argentinos.
La ostentosa fiesta de cumpleaños del fiscal federal Ramiro González en la costanera porteña
La ostentación de una casta intocable
La pregunta inevitable es quién financió semejante evento. ¿Cómo un fiscal cuya carrera transcurrió exclusivamente en el ámbito judicial puede sostener tales gastos? Las especulaciones no se hicieron esperar: desde propiedades en Barrio Parque hasta campos en Chascomús con ganado valioso. Mientras tanto, los argentinos lidian con una pauperización galopante de tasas de pobreza alarmantes.
El hecho de que González no solo organizara esta fiesta sino que además decidiera registrar y editar un video alardeando del evento exhibe una preocupante falta de percepción sobre el clima social actual.
Es más, la asistencia de abogados de empresas mineras genera sospechas sobre posibles conflictos de interés, especialmente considerando que González encabeza la Unidad Fiscal de Delitos contra el Medio Ambiente.
Privilegios blindados del Poder Judicial
Lo que esta escena desnuda no es solo el aislamiento de González, sino el de toda una casta judicial cuyos privilegios permanecen intactos y prácticamente intocables.
Mientras los ciudadanos comunes luchan por llegar a fin de mes, los magistrados disfrutan de jubilaciones de lujo, extensas vacaciones, exenciones impositivas y jornadas laborales reducidas. Y, como se ve en este caso, no tienen reparos en exhibir obsenamente una vida que pocos pueden siquiera imaginar.
Resulta irónico que este episodio ocurra bajo un gobierno que llegó al poder prometiendo acabar con las “castas” y transformar el sistema.
Hasta ahora, el Poder Judicial sigue siendo tratado con guantes de seda por Javier Milei, que ha preferido evitar cualquier confrontación con esta corporación que maneja resortes claves del poder.
La desconexión como norma
Lo más indignante no es solo la opulencia, sino la impunidad con la que se despliega. La justicia argentina, especialmente los tribunales federales, ha sido durante décadas objeto de críticas por su falta de transparencia, favoritismos y funcionamiento arbitrario. Sin embargo, los cambios estructurales siguen siendo una quimera.
El video de González es únicamente una afrenta moral; también es un símbolo de un poder que perdió todo termostato con la realidad.
La sociedad, cada vez más consciente de estas desigualdades, observa con resignación cómo estos privilegios persisten en una burbuja impenetrable, mientras quienes los denuncian enfrentan el riesgo de represalias.
Lo que debería ser un llamado de atención para una justicia al borde del descrédito (quizás lo de “al borde” sea un eufemismo), termina siendo una advertencia de por qué muchos la consideran irreformable.
Por ahora, solo queda la indignación de ver cómo algunos siguen festejando como en una ola, en un país que para la mayoría, no está de fiesta.

