Paula Salto vio por última vez a Sebastián, su hijo, el 19 de octubre de 1988, un día después de traerlo al mundo en el Hospital Durand de la ciudad de Buenos Aires, y desde entonces no supo más de él. Tres décadas después, la enfermera, vecina del partido bonaerense de Don Torcuato, mantiene vivas las esperanzas de encontrarlo y visibiliza su búsqueda participando en carreras.
“La esperanza de encontrarlo es lo que me mantiene viva, no tengo un anhelo más grande que ese”, dice Salto en diálogo con INFOCIELO, y sus recuerdos la transportan al orígen de su dura historia de vida.
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Paula no tenía más de 15 años cuando dejó la provincia de Santiago del Estero, donde fue criada, y emigró completamente sola a Buenos Aires queriendo “escapar de todo”. Tres años antes, cuando tenía 12, ya había huído de su hogar porque, tras la muerte de su madre, la convivencia con su padre alcohólico se convirtió en un infierno.
“Me fui a un pueblo y trabajaba de mucama. Un día, mi patrona me dijo que una familia necesitaba una mucama para trabajar en Buenos Aires y así vine en un tren que tardó tres días”, recuerda.
Después de trabajar durante un tiempo “cama adentro”, la misma familia que le había dado el empleo le comunicó que se mudarían a Brasil y le ofrecieron que viajara con ellos, aunque ella decidió quedarse.
“En aquel momento había conocido a una persona, que era lo único que tenía acá y me junté con él porque necesitaba encontrar un lugar”, explica Paula, quien quedó embarazada un mes después de que empezaran a salir.
De acuerdo a su testimonio, el padre del bebé en camino no se tomó nada bien la noticia y así comenzaron los maltratos. “Nunca me golpeó, pero el maltrato psicológico era tremendo”, señala y continúa: “Cuando nació Cristian, desde el hospital estuvieron a punto de llevarme a un internado para mamás con bebés en La Plata porque, como yo era menor de edad no me permitían retirarme, y el padre tampoco me quería retirar”.
Paula terminó convenciendo al padre de su primer hijo de que la fuera a buscar al hospital, con la promesa de que, una vez fuera del nosocomio, no volvería a la vivienda en la que convivían. Sin embargo, sin tener un lugar a donde ir y con un bebé recién nacido a quien debía criar, la joven madre no pudo cumplir con lo que había prometido: “Seguí conviviendo con él y al tiempo volví a quedar embarazada”.
A partir de ese momento, los maltratos por parte de su pareja se recrudecieron y a eso se sumaba una situación de enorme dependencia, ya que ella debía quedarse cuidado al bebé, sin poder salir a trabajar y, por lo tanto, no contaba con ingresos de ningún tipo. “Durante mi segundo embarazo, hubo muchas veces en las que no tuve para comer, ni me alcanzaba para comprarle leche a Cris”, asegura Salto.
Según comenta, a lo largo de todo ese período, su pareja en ese entonces le expresaba una y otra vez que no quería “otro crío” en su casa e incluso la llevó a una vivienda en Florencio Varela para que le practicaran un aborto clandestino, aunque finalmente no se concretó porque, justo en ese momento, el lugar estaba siendo allanado por la muerte de una mujer, a quien habían intervenido para interrumpir su embarazo en condiciones de miseria e insalubridad.
El día del parto también fue traumático para Paula: luego de romper bolsa, caminó sola desde la casa donde vivían en La Paternal hasta la parada de colectivos y le contó su situación a un chofer, que de inmediato accedió a llevarla hasta el Hospital Durand.
“El trabajo de parto fue muy rápido y cuando tuve a Sebastián entré en una crisis de llanto. No tenía documento, no tenía ropa para el bebé, no tenía ni un trapo para ponerme”, recuerda afligida. Ese día le dijo a las enfermeras y a la asistente social que la acompañaban que pronto llegaría el padre a traerle lo necesario, aunque sabía que eso no iba a pasar. Y no pasó.
Todo empeoró con el paso de las horas. Paula empezó a transitar una psicosis puerperal —también conocida como “psicosis postparto”—, un extraño pero severo trastorno mental, que se caracteriza por la pérdida del sentido de la realidad, alucinaciones, alteraciones del contenido del pensamiento y alteraciones graves del comportamiento.
“Me pasé toda la noche pensando en cómo matar a Sebastián y cómo matarme yo”, confiesa Salto a 33 años de aquel espantoso episodio y relata: “Cuando se hizo de día, me levanté y me fuí, lo dejé en la cuna. Caminé como una loca desquiciada hasta mi casa y cuando llegué, el padre me dijo ‘¿Dónde está el bebé?’. Le contesté que había muerto, me senté en el piso y me quedé así durante varios días”.
Durante ese lapso, la asistente social que trabajaba en el hospital fue dos veces hasta su casa tratando de localizarla. Según describe la madre de Sebastián, la primera vez ella pudo escuchar parte de la conversación que mantenían su pareja con la profesional. “Él le decía que yo no estaba, que había abandonado a mi otro hijo”.
En la segunda visita, volvió la asistente social escoltada por un patrullero. “Le preguntaron si él era el padre, él contestó que sí, pero que no lo podía tener, y terminó firmando un papel para darlo en adopción. Desde ese momento nada más supo sobre su hijo.
En 1998, diez años después del nacimiento de Sebastián, volvió al Hospital Durand intentando encontrar algún dato que la acercara a él, aunque no obtuvo ninguna información y tampoco estaba preparada psicológicamente para llevar adelante la búsqueda.
Si bien se había separado definitivamente del padre de sus dos hijos, Paula no podía escapar de los círculos de violencia en los que quedaba atrapada cada vez que generaba un vínculo con un hombre. “Buscaba personas tóxicas que me lastimaran y sufrí violencia de género a golpes, terminé muy mal. Según mi terapeuta, en aquel momento me estaba castigando porque no me perdonaba a mí misma”, detalla.
Todo cambió en el 2000, cuando llegó a su vida Leonel, su hijo más chico. Tras convertirse en madre por tercera vez, Paula empezó a estudiar la carrera de Enfermería y desde que se recibió, empezó a trabajar en distintos hospitales públicos y privados en el área de neonatología y maternidad, con el propósito de ayudar a las mujeres que pasan por la misma situación que le tocó atravesar a ella.
“Maté a esa mujer que era antes”, dice con firmeza Salto, que actualmente vive en Don Torcuato y se desempeña como enfermera en el Hospital Magdalena V de Martínez de Pacheco. Además de ir a terapia y de rodearse de un entorno positivo, Paula encontró en la actividad física una forma de combatir la ansiedad y el estrés: primero comenzó con caminatas, a las que le fue sumando intensidad hasta que probó corriendo.
Hoy en día, la vecina de Don Torcuato participa en distintas carreras, llevando una remera que tiene estampada la fecha y el lugar de nacimiento de su hijo y el mensaje “Sebastián, te estoy buscando”, además de la frase “antes de llegar al cielo, te encontraré”. Su intención es difundir su búsqueda, con la ilusión intacta de que en algún momento se produzca el esperado reencuentro.
“Me escriben chicos que fueron adoptados y me comentan que la fecha en la que nacieron coincide con la de Sebastián, pero no me puedo desesperar y buscar el parecido físico porque me termina haciendo mal”, dice Paula.
El último avance que tuvo su búsqueda fue en 2020, cuando pudo acceder al acta de parto, gracias a la colaboración de Lidia Bruxa, una de las trabajadoras del Hospital Durand, quien decidió tenderle una mano.
“Esa fue para mí la confirmación de que dejó de ser únicamente mi voz la que grita por esta búsqueda, y ahora está plasmado en un papel que Sebastián existe”, expresa la enfermera y concluye: “Encontrarlo sería el alivio de mi alma”.
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