Lo que debía ser una noche soñada, el primer gran festejo de los futuros egresados, terminó convertido en un mazazo inesperado para alumnos de diez colegios de La Plata. Pibes que venían contando los días, familias que habían juntado peso por peso y un salón que, a 48 horas de la fiesta, decidió tirar por la borda meses de ilusión… sin ofrecer respuestas, sin entregar un lugar alternativo y sin devolver los 10 millones de pesos que cobraron desde mitad de año.
El golpe se sintió de lleno. Los chicos quedaron paralizados, los padres entre la bronca y la angustia. “Nos arrancaron la fiesta”, repetían las mamás en la puerta del salón Límite, ese mismo lugar de 122 y 58 que prometía barra libre, seguridad, ambulancia y un servicio a la altura de una celebración para mil personas. En mayo habían firmado el contrato, confiados, ilusionados. Hoy sienten que fueron usados.

Las familias contaron que solo tuvieron dos reuniones con la dueña. En la primera, firmaron todo: fecha, servicios, garantías. En la segunda, cuando ya faltaban pocos días y todos esperaban las pulseras y la logística final, la bomba explotó: la titular del lugar dijo que tenían un “desperfecto técnico” que tardaría tres días en reparar. Pero ahí mismo empezaron las sospechas: no ofreció otro espacio, no dio alternativas y la explicación sonó a excusa.
Fue entonces cuando una de las madres llamó a la Municipalidad. La respuesta fue un balde de agua fría: el salón estaba clausurado desde mediados de año. Es decir, la fiesta nunca podría haberse hecho. Un dato escalofriante, un engaño que ahora se siente gigantesco.
Un día antes del evento, la dueña apareció con una supuesta opción alternativa… pero fue humo. La oferta se cayó tan rápido como apareció. Y cuando las familias pidieron que al menos les devolviera la plata para poder buscar otro salón, la mujer desapareció: “Cada vez que le pedimos que nos lo devuelva, deja de responder”, contó Claudia, mamá de una de las alumnas. Silencio, evasivas y un destrato que intensificó aún más la bronca colectiva.
La desesperación llevó a que este miércoles decenas de familias se concentraran frente al lugar, con carteles, llanto y un reclamo que golpea directo: “Devuelvan la plata de los pibes”. No era solo un festejo: era un ritual, un sueño, una noche que marca el cierre de una etapa. Y hoy, para muchos de ellos, quedó arruinada.
El jueves intentaron hacer la denuncia en la comisaría de Berisso, pero los mandaron a la fiscalía. De momento, no hay acciones judiciales iniciadas, pero nadie descarta que esto termine en tribunales. Sobre todo después de escuchar la frase que la dueña lanzó, con total frialdad, cuando retiró la última oferta: “Si quieren hacer la denuncia, háganla”.
Ahora las familias analizan cómo seguir, cómo recuperar el dinero y cómo reparar, aunque sea simbólicamente, el daño provocado. Los alumnos, todavía con la tristeza atragantada, siguen preguntándose por qué les arrebataron una noche que venían esperando desde hace años.

