Ana Julia Ramírez es decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP desde 2018 y fue reelecta en 2022. Con cerca de 10 mil estudiantes, la facultad es una de las más grandes y diversas de la universidad: conviven allí carreras clásicas como Historia, Letras y Filosofía con propuestas más recientes como Sociología, Educación Física o Lenguas Modernas.
Mano a mano con Infocielo, Ramírez habla sobre el desafío de acompañar a los ingresantes, las transformaciones culturales que atraviesan a la educación, el rol de las humanidades en un contexto de crisis y la experiencia universitaria como una etapa vital más allá de la elección de una carrera.
Es una etapa especial del año para las facultades de la UNLP porque empiezan a prepararse para las inscripciones y la llegada de las nuevas mentes el año que viene, ¿es así?.
Es más o menos así. En general, el segundo cuatrimestre comienza con la Expo Universidad, donde la universidad se muestra a los chicos y chicas que están terminando la escuela. Después de eso, en la Facultad de Humanidades, desde hace unos 8 años tenemos nuestro propio programa llamado “Estudiá en Humanidades”. Nos interesa que docentes de escuelas de la región lleven a sus estudiantes a la facultad, donde preparamos actividades para recibirlos. A veces vienen para conocer la facultad en su conjunto, pero otras veces tienen intereses específicos en carreras como geografía, historia, filosofía o educación física. Lo importante es que entren en contacto directo con nosotros, que conozcan el predio, vean a los estudiantes, el bosque, el buffet y hablen con profesores.
Claro, darles un horizonte de expectativas para una etapa totalmente nueva que para muchos puede ser traumática. Entrar a un lugar donde no sabes cómo manejarte, y para los chicos que vienen del interior es un choque aún mayor. Se trata de empezar a generarles una idea de qué esperar y cómo desenvolverse.
Sí, desde conocer el edificio y el predio. Nosotros estamos en Ensenada desde 2014, en un lugar hermosísimo, sobre todo en primavera. Allí no solo entran en contacto con las disciplinas, sino que se preguntan: “¿dónde se estudia?”, “¿cómo se estudia?”, “¿con qué mundo me voy a encontrar?”.
¿Y sentís que efectivamente los chicos tienen ese choque cuando ingresan? Me imagino que sí, si pensaron en esta instancia es porque la ven necesaria.
Sí, esta instancia y los cursos introductorios son centrales para eso. Los cursos al arranque del año buscan familiarizar a los nuevos estudiantes con la vida universitaria. Es un choque porque subjetivamente es un salto muy grande: de ser adolescentes integrados a dinámicas familiares y escolares muy ordenadas, a entrar como un adulto joven y autónomo que debe tomar decisiones sobre su carrera, materias, horarios y organización del estudio. El mundo con el que se encuentran es muy heterogéneo; si bien predominan los jóvenes que terminan la escuela, también hay compañeros que son profesionales de otras áreas o incluso jubilados. Nosotros acompañamos mucho durante el primer año, desde el ingreso hasta el final, con cursos sobre cómo preparar el primer parcial o el primer final, trabajando de cerca con las cátedras de primer año que acompañan esa transición.
Además, la facultad es muy heterogénea en su oferta académica, con carreras como geografía, educación física, ciencias de la educación, entre otras.
Sí, es una facultad con muchas carreras de grado, básicamente organizadas en 10 departamentos disciplinares. Tenemos las humanidades clásicas como historia, letras y filosofía; ciencias sociales como sociología y geografía; y también educación física, bibliotecología y los profesorados y traductorados en lenguas modernas (francés, inglés y portugués). También tenemos los profesorados en ciencias exactas y naturales. Es un universo diverso e interesantísimo que dialoga entre sí, y eso es lo más lindo que tiene la facultad.
Hay muchos cruces interesantes que enriquecen la dinámica. Se puede estudiar historia pero armar una comunidad con estudiantes de todas las otras carreras. También hay mucha circulación interna de estudiantes entre carreras; gente que empieza historia y termina en filosofía o sociología, por ejemplo.
¿Los estudiantes llegan preparados a la Universidad?
Una polémica recurrente: ¿los chicos que vienen de la secundaria llegan bien preparados o hay que acompañarlos de más? Siempre se dice que “no saben comprender textos”.
Siempre es una polémica. Se podría decir que hay problemas estructurales en el sistema educativo que no se pueden negar. Sin embargo, creemos que eso no debe ser un obstáculo para ingresar y permanecer en la universidad. Si notamos que falta formación específica en un área, debemos trabajar para ofrecerla. No le podemos pedir al secundario que lo cubra todo para todas las carreras.
¿Y son problemas puntuales o desafíos globales, como la competencia del entretenimiento digital con el conocimiento?.
Creo que hay cuestiones a nivel global. Estamos en un momento de cambios muy fuertes que todavía no terminamos de percibir, en parte relacionados con las culturas digitales. La post-pandemia también tuvo un gran impacto. Volver a la presencialidad en 2022 fue terrible en términos de reconectar con la sociabilidad y las prácticas colectivas. Había que volver a aprender a estar en el mismo ámbito físico. Todo eso afecta los hábitos de estudio, la concentración. De todos modos, la idea de que “algo les falta a los estudiantes” es una recurrencia histórica. La vida universitaria es una forma nueva de encarar los estudios. El tema es analizar las características de cada momento para enfocar los primeros años en ciertos hábitos y prácticas. No hay que pensar en términos de lo que les falta, sino preguntarnos: ¿con qué vienen los estudiantes? Tienen otros conocimientos, otro vínculo con la tecnología. Debemos trabajar con esas diferencias.
Sin dejar de dialogar con la secundaria, me imagino, para reforzar ciertos aspectos.
Eso es parte de lo que tematizamos al formar docentes. Traemos los problemas de la enseñanza secundaria a nuestra propia formación. Nos formamos como especialistas en una disciplina (historia, geografía) y a la vez como profesores para la escuela.
Cuando hablo con educadores, encuentro optimismo. Pero desde otros sectores, como la política o algunos padres, el discurso es catastrófico: “los pibes no saben leer, esto es un desastre”. ¿Cuál es el enfoque correcto?.
Hay que ser precavido y reconocer que hay cosas que pensar y modificar en el sistema educativo. Es un sistema difícil de modificar, afectado por problemas salariales, de infraestructura y presupuestarios que se han profundizado. Pero elegir ser docente te pone en una actitud de optimismo y vitalidad. Creemos que transmitir y discutir el conocimiento nos hace mejores a todos. El contacto con la juventud vitaliza.
Te voy a chicanear como profesora de historia. El país vive una crisis muy parecida a otras que ya vimos, con los mismos actores: FMI, deuda, recortes a la educación y la ciencia. ¿Nos están faltando buenos profesores que enseñen las lecciones de la historia? ¿Es culpa de ustedes?
(Risas) Ojalá fuera tan fácil de resolver.
¡Estaría bien identificado el problema!
¡Claro! Como profesora de historia, creo que estamos en un momento de transformaciones muy profundas a nivel global. Los vectores de esta situación son las transformaciones tecnológicas, los cambios en el mundo del trabajo y la geopolítica. Son cambios económicos y socioculturales muy fuertes que hacen que las coordenadas que ordenaban el mundo en el siglo XX ya no funcionen. La razón científica está siendo cuestionada, hoy se pueden sostener afirmaciones sin argumentarlas, lo que se ve facilitado por ciertas tecnologías. Hay una crisis de representación política y es muy difícil para los jóvenes proyectar un futuro con un plan de vida estable como antes.
Una subjetividad que cambia y pone en crisis las estructuras.
Y también las condiciones laborales son cada vez más precarias, lo que objetivamente impide pensarse en esa clave de estabilidad a largo plazo.
Algunos consejos para elegir una carrera
Imaginate que tenés un sobrino terminando la secundaria. ¿Qué le aconsejarías a la hora de elegir una carrera?.
Lo primero que le diría es que elegir una carrera no es algo definitivo en la vida; uno se puede equivocar. No debe ser traumático descubrir que no cumple tus expectativas o encontrar otro interés en el camino. Le recomendaría a todos que pasen por la universidad, aunque sea un rato, porque es una experiencia muy enriquecedora. Segundo, que las carreras no siempre cumplen con las ideas previas que uno tiene. A veces al principio no se entiende para qué sirven ciertas materias. Hay que aprender a problematizar, a pensar de otra manera, y eso puede generar frustración. Fui una alumna excelente en el secundario, pero en la universidad tuve que aprender a estudiar de otra forma y al principio no me fue tan bien.
¿Y qué hay del tema de “hacer plata”? Ciertos discursos afirman que quienes estudian “ciencias blandas” se vuelven resentidos porque el mercado no paga bien por su conocimiento.
Que el éxito personal se mida en dinero es un síntoma nuevo de nuestra sociedad. Creer que el horizonte de desarrollo personal pasa por ser rico. Quienes eligen una carrera en nuestra facultad no esperan hacerse ricos, pero sí quieren vivir bien, ser bien remunerados por su trabajo como docentes, investigadores o asesores. Vivir bien no implica ser millonario, sino poder pagar un alquiler, quizás comprar una casa, alimentar una familia. Eso debería ser el piso mínimo para cualquier argentino en una sociedad justa.
El último consejo sería que investiguen en la página de la facultad. ¿Los chicos pueden participar por su cuenta en las actividades de “Estudiá en Humanidades”?.
Sí, pueden venir por su cuenta. Un chico puede tomarse el colectivo, acercarse a la facultad, ir a un departamento docente y conversar. Va a encontrar gente que lo reciba. Quizás no es una iniciativa común, pero puede ocurrir. Los días de “Estudiá en Humanidades” son una forma más organizada de promover ese acercamiento.