En las antípodas hay quienes viven “Días Perfectos”. Por lo menos eso cuenta la nueva película de Wim Wenders que puede verse en algunas plataformas como Mubi y Cinefilia Malversa (gratis acá) e incluso en algunos cines. La estuvimos esperando bastante tiempo. Filmada en 2023 en Tokio, tiene un planteo sencillo que nos puede llevar a la reflexión.
Tal vez antes de meterse de lleno en el film sea necesario remarcar que Wim Wenders, el veterano cineasta alemán, de 78 años, fue director de varias grandes películas del siglo XX, por nombrar algunas: “Las alas del deseo”, “Buena Vista Social Club” y “París, Texas”. Siempre con una fotografía estéticamente impecable. Eso también ocurre en Días Perfectos, donde nos muestra Tokio con imágenes de gran belleza.
Pero vamos al hecho concreto. Hirayama, el protagonista, tiene un trabajo humilde, útil a la sociedad, y que le cubre austeramente su sustento. Hirayama limpia los baños públicos de Tokio. Y es feliz al hacerlo.
Primera digresión: los baños públicos de Tokio, y en la película se ven una docena de ellos, son un lujo, hiper-modernos y muy higiénicos. Distinto sería el trabajo de Hirayama si le tocara limpiar los baños públicos de cualquier otra ciudad.
Hirayama tiene su pequeño vehículo y es amante de lo analógico: escucha buenísima música en cassettes, saca fotografías de árboles en una vieja cámara con rollo. Vive feliz en sus días perfectos: pasea en bicicleta, lee sus viejos libros, toma sus copas en el bar. No parece tener amigos. Vive una soledad acompañada por la música, los libros, la fotografía. Esos son los días perfectos a los que alude el título del filme.
Wenders repasa esos días, básicamente iguales, salvo por ocasionales hechos que ocurren mientras Hirayama limpia los baños con toda fruición. Es importante decirlo: tiene un trabajo humilde, pero se preocupa en hacerlo a la perfección. Es parte de su felicidad.
La película, tal vez algo lenta, es la sucesión de 6 o 7 días en la vida de Hirayama. El centro es la felicidad de esos días, generada por las pequeñas cosas. El conflicto sólo aparece colateralmente: con la novia de un compañero de trabajo o con su sobrina que escapa de la casa. Hirayama se toma esos conflictos con la misma tranquilidad con la que aborda el resto de su vida, y colabora en sus soluciones. Hirayama es armonía, aun limpiando baños.
La música es un párrafo aparte
Párrafo aparte merece la música que, como dijimos, Hirayama escucha mientras recorre la ciudad o en su humilde casa utilizando viejos cassettes. Lou Reed, los Rolling Stone, Patti Smith, Nina Simone, son algunos de los que suenan. Felizmente, las letras de las canciones están traducidas en el subtitulado, lo que permite comprender la perfecta coordinación entre imagen, momento de la película y canción que se está escuchando. Aquí les dejamos la lista de canciones completa del filme en Spotify.
Tamara Tenembaun escribió esta nota en Diario Ar problematizando algunos aspectos de la bucólica vida de Hirayama. Dice Tamara: “por qué idealizamos una quietud zen que se parecería casi a una depresión clínica como si fuera la única alternativa a las vidas híper estimuladas y organizadas en torno del consumo que llevamos; por qué pensamos que la cura para un deseo hipertrofiado sería vivir como amebas, y no aprender, en cambio, a darle un foco a todo ese impulso vital disperso que nos tiene con las neuronas tan rotas”. Cada quién podrá dar una respuesta a éstas dudas. Tal vez haya tantos intentos de respuestas como personas. A eso agregaría cierta queja respecto de la salida individual, como si para zafar hubiera que refugiarse en sí mismo, abandonando el intento del mejoramiento colectivo.
Dirigida por Wenders y protagonizada, en excelente actuación, por Koji Yakusho, FilmAffinity le otorga un puntaje de 7.5 (los que leen dataJungla saben que si le otorga más de 6 puntos, es mirable). Yakusho fue premiado como Mejor Actor en el Festival de Cannes por esta actuación.
En síntesis, no es un peliculón, pero sí una película muy agradable, con buena fotografía y excelente música. Un filme que transmite una armonía muy especial y nos deja la posibilidad de reflexionar sobre las posturas ante la vida, la belleza y el placer de lo sencillo. Claro que, en mi opinión, nadie puede ser perfectamente feliz en un mundo que no lo es, desconectarse del mundo puede ser una tentación o un recurso para cuidar la salud mental (especialmente en la Argentina 2024), pero nadie se salva solo. Podemos señalar otra opción: comprometerse para que todos podamos vivir días perfectos.

