La muerte del Papa Francisco sacudió al mundo y abrió inmediatamente una pregunta inevitable: ¿quién lo sucederá?
Entre los nombres que circulan en el siempre reservado y complejo ambiente del Vaticano, hay uno que no suena tanto en los medios internacionales pero que, puertas adentro, tiene peso propio: el cardenal Víctor Manuel Fernández, más conocido como “Tucho”.
Argentino como Bergoglio, nombrado como arzobispo de La Plata durante su mandato, teólogo de confianza y actual Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fernández reúne condiciones que lo vuelven, al menos en teoría, un “papable” con serias chances. Aunque, como todo en la política vaticana, también carga con puntos débiles.
A favor: la herencia directa de Francisco
Fernández no es un simple colaborador de Francisco. Es su discípulo, su pluma y, en muchos sentidos, su intérprete. Fue él quien escribió borradores de algunos de los documentos más importantes del pontificado, como Evangelii Gaudium y Amoris Laetitia, textos que marcaron un giro pastoral en la Iglesia. Su teología es la del diálogo, la ternura, la inclusión y la misericordia, líneas que Francisco quiso dejar como legado. En ese sentido, Fernández representa una continuidad doctrinal casi perfecta.
Además, su nombramiento en 2023 como Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (el organismo que antes se llamaba “La Santa Inquisición”) no fue un gesto menor. Fue puesto ahí para consolidar la reforma teológica de Francisco desde adentro. Esa oficina había sido ocupada décadas antes por Joseph Ratzinger, quien después se convirtió en el Papa Benedicto XVI. El paralelismo es inevitable.
En contra: su perfil bajo y las resistencias conservadoras
Pero no todo juega a favor de Tucho. A pesar de su rol clave en el pensamiento de Francisco, su perfil público es bajo. No tiene el recorrido diplomático ni la visibilidad internacional de otros cardenales como Pietro Parolin o Luis Antonio Tagle. Y eso puede jugarle en contra a la hora de buscar consensos en un cónclave que siempre es impredecible.
Además, su nombre genera ruido entre sectores conservadores del Colegio Cardenalicio, que lo ven como un símbolo de las aperturas que impulsó Francisco en cuestiones de moral sexual, familia y relaciones interreligiosas. Su estilo, más informal y enfocado en lo pastoral, choca con la rigidez de los sectores que sueñan con una restauración doctrinal más tradicional.
El factor argentino: ¿suma o resta?
Tampoco es menor el dato de que sea argentino. Algunos verán en eso un argumento de continuidad cultural, otros creerán que dos papas latinoamericanos consecutivos son “demasiado” para una Iglesia que todavía arrastra eurocentrismo. Sin embargo, si el bloque de cardenales alineado con el legado de Francisco se mantiene unido, Fernández puede emerger como un candidato de consenso inesperado.
Por ahora, su nombre está en esa zona gris entre el “tapado” y el “heredero natural”. Pero si algo enseñó la historia reciente, es que los cónclaves tienen lógica propia y sorprenden. Y si ya hubo un Papa argentino… ¿por qué no dos?

