En La Plata, cada 16 de septiembre vuelve a abrirse una herida que nunca termina de cerrar. A 49 años de la Noche de los Lápices, la ciudad recuerda a los estudiantes secuestrados por la dictadura militar en 1976. Jóvenes que militaban en centros de estudiantes secundarios y que soñaban con un país distinto, más justo pero que pagaron con su vida ese compromiso.
Hoy, el recuerdo se reaviva de la mano de un gesto cargado de memoria y sensibilidad. El actor y actual director del Teatro Coliseo Podestá, Alejo García Pintos, compartió en sus redes sociales una foto doble: una tomada en los años ochenta, cuando interpretó a Pablo Díaz en la película homónima “La Noche de los Lápices”, y otra actual, en la que ambos aparecen juntos casi medio siglo después, en la una postura similar. La imagen conecta el cine, la historia y el presente de manera poderosa.
“A 49 años de La Noche de los Lápices, Pablo sigue siendo esa persona que con su sonrisa y generosidad me acompañó en el viaje filmado que marcó mi vida.
El texto que sigue fue redactado por una joven estudiante que posee las mismas intenciones de aquellos chicos de La Plata:”, escribió García Pintos al compartir las fotografías.
Las fotos y las palabras que unen tiempos
Las palabras que acompañan las imágenes no fueron escritas por él, sino por Amparo, una estudiante de 15 años de la Escuela Fernando Fader de la Ciudad de Buenos Aires. Su letra, fresca y comprometida, refleja cómo la memoria se transmite de generación en generación y se resignifica en cada época.
“Cada septiembre, cuando se acerca esta fecha la angustia consume, se forma un nudo inexplicable pero colectivo y compartido con compañeros.
La película asusta porque muestra el paralelismo que sentimos como militantes.
Paralelismo de militancia estudiantil, de compromiso con los estudiantes, de asambleas iguales a las que tenemos en nuestras escuelas.
O de imágenes que quedan grabadas en mi cabeza: la asamblea previa, cuando los van a buscar, las torturas, cuando liberan a Pablo y Claudia llora para que no la olvide y su compromiso con las causas justas.”
Ese “paralelismo” que menciona Amparo es lo que sacude: reconocer en las asambleas de hoy un eco de las de ayer, en los reclamos actuales la continuidad de una misma lucha. La película y el recuerdo no quedan como piezas de museo, sino que siguen latiendo en los pasillos escolares y en la militancia juvenil.
La voz de una nueva generación
“Me apropio de una frase que no es mía pero la comparto tanto como si la hubiera escrito yo:
‘No fue por el boleto estudiantil, ellos querían cambiar el mundo’.
No fue por el boleto estudiantil pero sabían que este le cambiaba la vida a los estudiantes garantizándoles su derecho de ir a estudiar. Marcando un antes y un después para la lucha del movimiento estudiantil secundario.
No fue por el boleto estudiantil, ellos creían con certeza que un país distinto era posible. Uno más justo en donde el egoísmo no sea principal bandera.”
El testimonio de la joven ilumina una verdad que a veces se simplifica: aquellos adolescentes no solo reclamaban el boleto, sino que buscaban transformar la sociedad en su conjunto. Creían en un futuro con más justicia, sin desigualdades y con un Estado presente que garantizara derechos básicos como la educación.
“Nuestro compromiso militante es con ellos, con la historia, con su esperanza desde su militancia y con el mundo que soñaron hacer posible y no los dejaron.
Resistimos porque es la historia de nuestro movimiento, es la nuestra, es lo que somos hoy y nuestro futuro.
Resistimos por nuestro derecho a la educación y por un proyecto de país justo.”
El cierre de Amparo es un eco del mismo grito que aún resuena en La Plata cada septiembre. La memoria de los estudiantes secuestrados no se queda en un acto escolar ni en una efeméride: vive en cada lucha estudiantil, en cada bandera desplegada, en cada palabra que recuerda que resistir es también homenajear.
“Presentes hoy y siempre”, concluye la joven alumna. Y en ese eco se funden las imágenes de García Pintos, la sonrisa de Pablo Díaz y la fuerza de quienes hoy, con apenas 15 años, siguen convencidos de que un país más justo es posible.