Para desentrañar los misterios vinculados al paso del tiempo, un grupo de científicos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) estudia el comportamiento de un pequeño grupo de genes rejuvenecedores.
“Hasta hace relativamente pocos años se pensaba que el envejecimiento era un proceso inexorable, que solo podía enlentecerse, pero no revertirse”, explica al respecto el doctor Rodolfo Goya, director del equipo de investigación del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata (INIBIOLP) .
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Sin embargo, aclara, esto cambió radicalmente con el descubrimiento, en 2006, de un pequeño grupo de genes rejuvenecedores, hoy conocidos como los genes de Yamanaka en honor de su descubridor, el científico japonés Shynia Yamanaka.
A partir de este descubrimiento aparecieron una serie de trabajos científicos que demostraban que, si se trasplantaban esos genes en células de animales o seres humanos seniles, estas rejuvenecían hasta llegar a la edad de un bebé.
“En nuestro laboratorio trabajamos con los genes de Yamanaka y hemos construido sistemas moleculares que permiten trasplantarlos en células y, en un futuro, posiblemente en animales. De este modo hemos podido trasplantar los genes de Yamanaka en células de animales seniles para rejuvenecerlas”, detalló el experto.
Según destacan de la UNLP, el descubrimiento de los genes de Yamanaka convergió con otro desarrollo científico trascendente: en 2013, Steve Horvath descubrió un reloj biológico de enorme precisión, conocido como el reloj epigenético.
Frente a esto, Goya explica su funcionamiento. “Como es sabido, el código de la vida que está en el genoma humano posee 4 letras, A, T, C y G (cada una de estas es una molécula pequeña llamada base). El ADN humano posee unos 3.000 millones de letras y unos 20.000 genes. Aunque el ADN es el centro de la vida, pues almacena el ‘plano’ de nuestro cuerpo, como todo plano, es pasivo. Así como el plano de un puente necesita de un grupo de técnicos e ingenieros que lo conviertan en un puente, es decir que ‘expresen’ lo que ese plano codifica, el ADN necesita rodearse de un grupo de agentes que lo expresen y nos conviertan en lo que somos”, detalla.
Y agrega: “De este modo, la molécula el ADN no está desnuda, por el contrario, está rodeada de una serie de proteínas y otras pequeñas moléculas que colectivamente se denominan el epigenoma (palabra que literalmente significa “lo que rodea al genoma”). Y esos son los ingenieros de nuestro ADN. No sólo lo ‘expresan’ para convertir su código en los órganos y tejidos de nuestro cuerpo, sino que también regulan esa expresión a lo largo del tiempo para que nuestro organismo fabrique lo que deba fabricar cuando se necesite. Por ejemplo, la leche en la mama durante el período de lactancia, pero sólo en ese momento”.
“Alrededor del año 2010 comenzó a verse que en el ‘texto’ de nuestro código genético se encuentran sílabas de dos letras, CG, de las cuales hay 28 millones en nuestro ADN. A la letra C de algunas de esas sílabas se pegan unas pequeñitas moléculas de 4 átomos (denominadas grupos metilo) que se consideran, claro, parte del epigenoma. A un cierto porcentaje de esas sílabas CG se van pegando al avanzar nuestra edad, esas moleculitas (metilos) que, según se sabe ahora, están estrechamente relacionadas con nuestro ritmo de envejecimiento biológico, es decir que determinan nuestra edad epigenética, la cual no necesariamente coincide con nuestra edad cronológica. Ese fue un hallazgo enormemente revelador”, detalla el científico de la UNLP.
Para ponerlo más claro, la casa de estudios resume que el reloj epigenético hace tic tac a un determinado ritmo. “Cuanto más rápido lo hace, más velozmente envejecemos, y viceversa”, sostiene, y añade: “Pero lo más interesante de todo es que ese ritmo de tic tac se puede medir con total rigurosidad. De esta manera, es posible saber con certeza si un tratamiento antienvejecimiento realmente enlentece el inexorable tic tac de nuestro reloj“.
“La observación más fascinante se da cuando a un cultivo de células provenientes de individuos seniles se les trasplantan los genes rejuvenecedores de Yamanaka. Lo que se observa es que el reloj epigenético comienza a hacer tic tac hacia atrás llevado las células a una edad epigenética de casi cero”, asegura en su página web.
Este tipo de estudios son parte de una colaboración internacional que científicos llevan adelante en los laboratorios del INIBIOLP; en el laboratorio de Steve Horvath, en la Universidad de California, en Los Ángeles; y en el del Dr. Harold Katcher, en Bombay, India.
“Como fruto de esta iniciativa multinacional logramos demostrar que cuando se tratan ratas seniles con un derivado de plasma joven, la edad epigenética de estos animales seniles retrocede a la de ratas adultas jóvenes. A nivel físico y bioquímico, las ratas seniles así tratadas muestran signos de rejuvenecimiento. La publicación de estos resultados despertó gran interés en la comunidad científica internacional ya que abren un horizonte de esperanza para el rejuvenecimiento futuro de seres humanos”, concluye Goya.
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