La muerte de Facundo Gabriel Lima, soldado voluntario del Ejército Argentino hallado sin vida en su casa de Las Heras, Mendoza, reavivó una alarma que el poder político y militar evita enfrentar. Es que en solo una semana, tres integrantes de las Fuerzas Armadas, en su mayoría jóvenes, murieron en presuntos suicidios, incluso dentro de la Quinta Presidencial de Olivos. El silencio oficial vuelve más incómodas las preguntas.
Este último caso sucedió en la madrugada del jueves, cuando Facundo Gabriel Lima fue encontrado muerto por sus familiares en su vivienda de Las Heras.

Tenía 22 años y formaba parte de la Guarnición Ejército Mendoza. La Justicia provincial y la Policía Científica descartaron signos de violencia externa y la causa avanza, como las anteriores, bajo la hipótesis de suicidio. El Ejército emitió un comunicado breve, protocolar, sin mayores precisiones. Ese fue el tercer caso en menos de siete días.
Olivos: morir dentro del corazón del poder
El episodio que encendió las alertas ocurrió días antes y en un escenario imposible de relativizar: la Quinta Presidencial de Olivos.
Allí fue hallado muerto Rodrigo Gómez, soldado voluntario de 21 años, que cumplía funciones de seguridad interna. La investigación quedó en manos de la Justicia Federal y las primeras pericias indicaron que se trató de un disparo autoinfligido, sin intervención de terceros.

Que un joven soldado se quite la vida dentro del predio donde reside el Presidente de la Nación no es un dato menor ni anecdótico. Es un hecho básicamente político, pero también institucional, y por sobre todo simbólico.
Sin embargo, la reacción oficial volvió a ser el silencio y el encapsulamiento del caso en términos estrictamente judiciales.
Corrientes: el tercer nombre
Entre Mendoza y Olivos, otro hecho completó la secuencia. En Monte Caseros, Corrientes, fue encontrado muerto Juan Javier Pereyra, suboficial principal del Ejército, dentro de una dependencia militar.
En este caso no se trató de un jovencito. Tenía 48 años y más de dos décadas de servicio. El cuerpo fue hallado en el Casino de Suboficiales, con signos compatibles con ahorcamiento. También allí se descartó la participación de terceros.

Tres muertes. Tres jurisdicciones. Tres investigaciones que avanzan en paralelo. Y una constante: ninguna explicación estructural.
La pregunta que incomoda
Las Fuerzas Armadas argentinas atraviesan un proceso de ajuste presupuestario, reordenamiento interno y redefinición de roles. En ese contexto, los jóvenes soldados voluntarios (muchos provenientes de sectores populares) cumplen jornadas extensas, tareas de alta exigencia emocional y funciones de seguridad sensibles, con escasa visibilidad pública sobre los mecanismos de contención psicológica.
Los suicidios dentro del ámbito militar no son un fenómeno nuevo, pero sí persistentemente subregistrado y minimizado. La lógica del silencio, la verticalidad extrema y el estigma de pedir ayuda siguen funcionando como barreras.
Cuando las muertes se acumulan, el problema deja de ser individual y pasa a ser institucional.
Hasta ahora, ni el Ministerio de Defensa ni el Estado Mayor del Ejército anunciaron auditorías, revisiones de protocolos ni refuerzos en salud mental.
Tampoco hubo una explicación política sobre por qué tres muertes en una semana no ameritan algo más que comunicados de condolencias.
La alarma está encendida. La pregunta es cuánto más se va a tardar en mirarla de frente.

