El canciller israelí, Gideon Saar, publicó este lunes un mensaje tras el bombardeo sobre territorio iraní: “Advertimos a Irán una y otra vez: ¡dejen de atacar a civiles! Continuaron, incluso esta mañana. Nuestra respuesta: Viva la libertad, carajo! @JMilei”.
La última línea, inconfundible en su estilo, no deja dudas de a quién alude. La frase es una marca política del presidente Javier Milei, y su mención directa (y arroba) no sólo lo asocia con el accionar militar israelí, sino que arrastra a toda la Argentina a una posición internacional de alta exposición.
UN CONFLICTO QUE ES AJENO
El gesto del canciller israelí, más allá de su intención puntual, tiene múltiples lecturas. La más evidente: interpreta que el gobierno argentino es un aliado incondicional del Estado de Israel incluso en el contexto más sensible de todos, como lo es un ataque directo a la República Islámica de Irán.
Esa identificación es el resultado de un alineamiento personal del presidente Milei que, lejos de haber sido debatido en el Congreso o abordado como política de Estado, responde a convicciones ideológicas propias y vínculos bilaterales desarrollados con escasa institucionalidad.
Argentina se encuentra así, sin deliberación previa ni mandato parlamentario, asociada públicamente a una acción bélica en Medio Oriente.
El contexto no es menor: Israel, Estados Unidos e Irán están involucrados en un enfrentamiento de larga data, con ramificaciones regionales e internacionales complejas. La participación simbólica del presidente argentino, en este caso invocada por un actor central del conflicto, puede generar consecuencias impredecibles para la diplomacia nacional.
EL ALINEAMIENTO EXCLUSIVO DE MILEI
Este episodio no ocurre en el vacío. Desde su llegada al poder, Milei explicitó una cercanía sin matices con Israel, incluyendo su anuncio de trasladar la embajada argentina a Jerusalén —una decisión de fuerte impacto geopolítico— y múltiples expresiones de respaldo irrestricto al gobierno de Benjamin Netanyahu.
La política exterior argentina parece haber girado hacia un modelo de alianzas personales y afinidades ideológicas, sin tomar en cuenta la tradición diplomática del país, basada en la multilateralidad, la neutralidad activa y el respeto al derecho internacional.
La respuesta del mundo árabe, de Irán en particular o incluso de organismos multilaterales, podría incluir desde declaraciones de repudio hasta eventuales represalias diplomáticas, militares o comerciales. Además, la mención directa al presidente argentino convierte a nuestro país en un actor observado en un conflicto armado sin haber participado ni directa ni indirectamente.
Argentina tiene una historia trágica con Irán, a partir del atentado a la AMIA en 1994, por el cual se acusa a exfuncionarios iraníes de estar implicados. Sin embargo, eso no habilita a asumir automáticamente una política de alineamiento en conflictos armados, ni a comprometer al Estado nacional en ofensivas de terceros países sin evaluación institucional previa.
El riesgo de este tipo de asociaciones no es menor. En un escenario internacional de alta volatilidad, un tuit como el del canciller Saar, que menciona expresamente al presidente argentino, transforma lo simbólico en político, y lo personal en diplomático. Las consecuencias, previsibles o no, deberán ser asumidas por un país que, en este caso, no eligió involucrarse.