La designación del Juez Ariel Lijo como candidato a la Corte Suprema de Justicia continúa generando un profundo cisma dentro de La Libertad Avanza, el partido gobernante de Javier Milei.
Este episodio marca tensiones internas y devela cómo las alianzas con sectores del macrismo, tradicionalmente también de derecha, están desafiando los principios fundamentales que originalmente atrajeron a muchos a la causa libertaria.
LIJO, EJE DE DISPUTA EN LA LIBERTAD AVANZA
Ariel Lijo, conocido por su actuación en casos judiciales que involucran a figuras del poder político, se convirtió en un símbolo de esa controversia.
Su nominación sigue siendo objeto de críticas, no solo desde sectores aliados del macrismo, sino también desde el propio partido de Milei.
Los detractores señalan que su historial judicial, lo descalifica para ocupar un puesto en la Corte Suprema, que debería ser ocupado por magistrados de impecable reputación y compromiso con la justicia.
Un caso notable es el de Francisco Paoltroni, un legislador formoseño de La Libertad Avanza, quien en la red social X expresó su total oposición a la nominación de Lijo. Paoltroni denunció que apoyar la candidatura de un juez tan cuestionado sería traicionar los ideales de libertad y justicia que se supone defiende su partido.
Su mensaje no fue bien recibido por todos en el movimiento. El diputado bonaerense libertario Agustín Romo, conocido por su comportamiento en redes sociales que lo asemeja más a un troll que a un legislador, respondió con una declaración que generó aún más disrupción: “Nuestro único trabajo es cumplir las órdenes del Presidente, Paoltroni”, replicó imperativo.
El comentario de Romo puso en tela de juicio la coherencia ideológica del movimiento libertario. En un espacio en donde el pensamiento independiente y la crítica interna deberían ser la norma, la sumisión a las órdenes de un líder único, sin cabida para el disenso, se asemeja más a un comportamiento de secta que a los valores liberales que supuestamente representa el partido.
OBEDIENCIA AL LÍDER O DISENSO
Esta dinámica de obediencia ciega contradice los principios de pensadores liberales clásicos, como Alberto Benegas Lynch, mentor ideológico de Milei, quien siempre ha sostenido que en un movimiento genuinamente libertario no existe un líder indiscutido, sino un respeto por la diversidad de opiniones.
La respuesta de Romo es un reflejo de cómo la política de La Libertad Avanza se asemeja a la de las clásicas ultraderechas mundiales, donde el líder es visto como una figura mesiánica que no puede ni debe ser cuestionada.
Esta postura, sin embargo, es elogiada por cientos de cuentas troll en redes sociales, muchas de las cuales parecen diseñadas específicamente para crear la ilusión de un apoyo incondicional hacia cualquier decisión de Milei y su círculo cercano.
Este fenómeno, logrado al menos temporalmente, intenta generar en la opinión pública la percepción de que el apoyo a las decisiones del gobierno es mayoritario y auténtico.
Hace algunas semanas sucedió lo mismo con el enfrentamiento entre la vicepresidenta Victoria Villarruel y la hermana del mandatario, Karina Milei, en donde desde el ejército virtual libertario mandaron a silenciar las voces de apoyo a la titular del Senado, encaramando a la Secretaria General de Presidencia como la iluminada del líder Javier Milei, y opacando hasta hacer desaparecer, las voces que contradecían el discurso oficial.
Sin embargo, la realidad es que este tipo de liderazgo, más cercano al caudillismo que al liberalismo, podría estar alienando a aquellos dentro del movimiento que creen en una Argentina donde el poder no esté centralizado en una figura única.
OBSECUENCIA A JAVIER MILEI
Si bien el culto a la personalidad puede ser efectivo en el corto plazo, podría tener efectos devastadores para un partido que se presenta como defensor de la libertad y la individualidad.
En este contexto, la nominación de Ariel Lijo no solo pone a prueba la coherencia del gobierno de Milei, sino también la resistencia de sus bases frente a un liderazgo que desde el minuto uno de su gobierno mostró síntomas de autoritarismo hacia afuera y adentro de su estructura.




