La escena parecía un chiste político más de un “presente distópico” argentino: el presidente Javier Milei aterrizando en Oslo para la entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, vestido con un mameluco de YPF.
Pero la imagen, lejos de quedar en la anécdota pintoresca, abrió una discusión inesperada a partir de una observación formulada por el periodista Sebastián Lacunza (hermano del ex ministro de Economía de Mauricio Macri) en la red X, quien introdujo una duda razonable —y lógica—: “¿Puede este gesto ser utilizado por los fondos litigantes en Estados Unidos para reforzar la teoría del alter ego entre el Estado argentino e YPF?”.
Un juicio multimillonario siempre atento a los detalles
El planteo de Lacunza no surge del aire. El juicio por la expropiación de YPF en Estados Unidos dejó una condena aproximada de 16.000 millones de dólares, y los fondos encabezados por Burford Capital impulsan desde hace tiempo la doctrina del “alter ego”.
Esa figura permitiría embargar activos de la petrolera si logran convencer a la Justicia estadounidense de que la compañía y el Estado argentino funcionan como una misma unidad de control.
En ese contexto, la foto del presidente con un mameluco corporativo en una visita oficial al exterior puede ser usada (aunque no como prueba decisiva) para reforzar un relato acerca de que el propio jefe de Estado se presenta como si fuera la cara visible de la empresa, borrando simbólicamente las fronteras institucionales.
Como señaló el periodista, “los fondos toman cualquier indicio para intentar argumentar que no existe separación real entre Estado y compañía”.
El límite jurídico y el problema simbólico
Conviene dejarlo claro, porque ningún tribunal de Nueva York tomaría una foto así como evidencia suficiente para sostener la doctrina del alter ego. Para que esa argumentación avance deben demostrarse elementos profundos: confusión patrimonial, control operativo directo, falta de independencia societaria, decisiones financieras integradas y otras interferencias estructurales que exceden lo simbólico.
Sin embargo, en litigios de esta magnitud cada gesto se suma al expediente “del relato”. Los fondos demandantes aprovechan discursos, documentos, medidas políticas y acciones públicas para armar una imagen global de subordinación entre YPF y el Estado.
Entonces, la aparición del presidente con un mameluco de la petrolera no cambia la balanza jurídica, pero sí alimenta, aunque sea de modo lateral, el tipo de argumento que buscan instalar.
De ahí la inquietud que expresó Lacunza. No porque la foto tenga poder legal, sino porque obliga a redoblar esfuerzos en la estrategia defensiva de YPF, cuyo objetivo central es demostrar independencia corporativa.
Un gesto menor en una batalla mayor
La discusión desatada en X muestra algo que va más allá del episodio, ya que mientras en Argentina se leen estas escenas en clave política y hasta satírica, del otro lado del hemisferio se desarrolla una batalla judicial en la que la prolijidad simbólica también cuenta.
Para una nación como la nuestra, con semejante exposición financiera, cada pieza de comunicación pública de sus autoridades puede terminar, de un modo u otro, citada en una presentación judicial.
¿Puede el mameluco complicar realmente la situación? No por sí mismo. Peeeeero, ¿Puede ser usado como parte de un argumento ya en marcha? Sí, sin ninguna duda.
En una disputa judicial que supera los 16.000 millones de dólares, incluso un gesto mínimo puede generar ruido. Y esa es, precisamente, la advertencia lógica que introdujo el comunicador y que bien vale la pena tener en cuenta.

