Una sangriento espisodio estremeció a Coronel Suárez y dejó al descubierto un entramado de violencia familiar que ya había sido denunciado. Gustavo Suárez, de 48 años, asesinó de un disparo en la cabeza a su hijo Francisco, de apenas 4 años, y luego se suicidó dentro de un camión estacionado sobre la ruta 60, cerca del acceso a Huanguelén. El niño llegó a ser trasladado con vida, pero murió horas más tarde en el hospital local.
El crimen fue anticipado por el propio Suárez. Minutos antes, llamó a su expareja, Daiana García —policía y madre del niño—, para advertirle sus intenciones. Desesperada, la mujer intentó frenarlo y envió a colegas al lugar que él había mencionado. Cuando los oficiales llegaron, encontraron a Suárez muerto y al pequeño agonizando.
Pero además del llamado y de los mensajes en su estado de WhatsApp, Suárez había dejado una carta extensa y cargada de violencia psicológica, dirigida directamente a García. Ese escrito, al que accedieron las autoridades, funciona como un testimonio explícito del clima previo al crimen.
LA CARTA
“Nos vamos con Fran así estás tranquila. Te propusimos que no te fueras y lo hiciste igual. No te importó el amor de tu hijo”, comienza el texto, en el que el hombre mezcla reproches, amenazas veladas y justificaciones. “Me voy con mi bebé, porque prometí cuidarlo y así lo haré. Él va a estar junto a mí, donde sea que estemos y no en una vida de mierd…”, continúa, en un tono calculado para responsabilizar a la mujer.
En otros pasajes, Suárez remarca que García ya “no los volvería a ver” y cierra con frases que exhiben manipulación emocional y resentimiento: “Las víctimas de tus mentiras fuimos siempre nosotros… Estoy convencido de que la vida siempre te devuelve todo”.
La carta, redactada antes del asesinato, se suma a un marco de antecedentes judiciales. Según confirmaron fuentes del caso, el 7 de noviembre García había presentado una denuncia contra Suárez y pidió una restricción de acercamiento para ella y para el niño. El Juzgado de Garantías Nº 3 no hizo lugar al pedido y derivó la intervención al Juzgado de Paz y al Servicio Local. El 14, el Juzgado de Paz dispuso un “cese de medidas de perturbación” y ordenó que el niño mantuviera el vínculo con su padre, sosteniendo que no existía riesgo extremo.
Existían además denuncias recíprocas previas, y la última fue radicada el 4 de diciembre, pocos días antes del desenlace.
El crimen y la carta hallada vuelven a poner en debate las fallas de los mecanismos de protección en casos de violencia familiar y los vacíos de intervención que, en esta oportunidad, terminaron con la vida de un niño de 4 años.

