Un clima de máxima tensión paralizó el domingo por la noche el aeropuerto internacional de Mendoza, cuando una frase detonó un operativo de seguridad pocas veces visto: “En mi valija llevo una bomba”. El autor del comentario fue Luis Gastón Lamas, baterista invitado de Don Osvaldo —la banda que lidera el exCallejeros Patricio “Pato” Fontanet—, quien lanzó la afirmación mientras atravesaba el control previo al vuelo WJ 3083 (DOZ-EZE).
Apenas los agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) escucharon la advertencia, evacuaron la zona y activaron el protocolo de emergencia. En minutos, el aeropuerto se convirtió en un escenario de alerta: pasajeros reubicados, personal corriendo de un lado a otro y el Grupo Especial de Control de Explosivos y Armas Especiales (Gedex) desplegando equipos detectores y perros entrenados.
El vuelo de JetSmart, que debía partir rumbo a Ezeiza, quedó completamente demorado ante la posibilidad de una amenaza real. El silencio tenso se mantuvo hasta que los especialistas terminaron una inspección exhaustiva del equipaje del músico.
El resultado fue concluyente: no había ningún artefacto explosivo.

Sin embargo, la situación estaba lejos de resolverse. De acuerdo con fuentes de la PSA, Lamas confesó que todo había sido un “chiste de mal gusto”. Esa frase, que pretendía ser humor, había provocado un movimiento institucional que incluyó a la Unidad Fiscal Federal N°1, que ordenó labrar actuaciones pese a que no existían elementos que justificaran una detención.
El baterista pudo retirarse más tarde, ya sin causas pendientes. Pero la aerolínea tomó otra decisión: completaron el formulario de “pasajero disruptivo”, una clasificación interna destinada a quienes representan riesgo o alteraciones operativas. Con ese documento, JetSmart le prohibió subir al avión. Sin excepción.
Así, Lamas —que había participado horas antes del show de Don Osvaldo en Mendoza— quedó varado, sin poder viajar a Buenos Aires. El operativo, que mantuvo en vilo a decenas de pasajeros, concluyó después de que el Gedex confirmara que no existía ningún peligro.
Lo que comenzó como una broma terminó convertido en un episodio de seguridad aeroportuaria que dejó en evidencia el nivel de alerta permanente en las terminales aéreas del país.

